Por que el fundamentalismo no es nuestra opción, porque entre los individuos como entre las naciones palestina e israelí, el respeto al derecho ajeno es la paz. El único blog en español de los judíos progresistas. Órgano de difusión de JUCOP Judíos Contra la Ocupación Palestina (en formación)
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domingo, 17 de mayo de 2015
ISRAEL La jerarquía de las discriminaciones
MICHEL WARSCHAWSKI
Judíos etíopes, cristianos eritreos, palestinos de cualquier
confesión... Cuando se habla de Israel, se sabe en general que hay
judíos y árabes, y que entre ellos hay una dominación colonial de los
primeros sobre los segundos y un conflicto centenario resultante de
esta agresión colonial. Lo que se conoce mucho menos son las
contradicciones internas de las dos sociedades. Israel es una sociedad
dividida no solo en clases, sino también en grupos étnicos fuertemente
jerarquizados.
En la cúspide de la pirámide, los ashkenazi, es decir los judíos
originarios de Europa y de América del Norte: sus bisabuelos fueron
quienes crearon el Estado y la sociedad israelí, a su imagen. Por
debajo, los judíos originarios del mundo árabe y de la cuenca
mediterránea (sefarditas), conminados a “occidentalizarse” para
convertirse en verdaderos israelíes. Completamente abajo, excluidos
del colectivo nacional -Israel se define como un “Estado judío”- y
víctimas de una discriminación estructural, los árabes de Palestina.
Por su parte, los palestinos están también divididos en la atribución,
o más bien la supresión, de derechos: ciudadanos en el caso de quienes
viven en las fronteras anteriores a la guerra de 1967, sujetos de una
ocupación militar en Cisjordania y en la banda de Gaza, por tanto sin
derechos civiles, y refugiados, que se pueden también dividir entre
quienes llevan en su exilio una vida “normal” y los que residen en los
campos de refugiados.
Un racismo sin complejos
Estas últimas semanas han sido los judíos etíopes los que han estado
en el corazón de la actualidad: ser negro no da un aire muy judío y
esta comunidad es objeto de un racismo sin complejos, en particular de
violencia policial en los barrios del Sur de Tel Aviv en los que están
concentrados. Contra esta violencia se manifestaron en masa los
etíopes la semana pasada en Tel Aviv, y su manifestación fue reprimida
con métodos utilizados en general contra los palestinos. “Se nos ha
tratado como a árabes”, se ha quejado uno de sus portavoces, que había
hecho su servicio militar en la siniestra policía de las fronteras,
especializada en la represión de los palestinos. Quien a hierro mata…,
dirán algunos.
Pero, como toda sociedad de apartheid, la jerarquización de los grupos
no tiene límites. Están los no-judíos y no-árabes: los trabajadores
inmigrantes legales (filipinos e indios en el trabajo doméstico,
tailandeses en el proletariado agrícola) e ilegales, a los que hay que
añadir los refugiados (esencialmente del Sur de Sudán, Etiopía y
Eritrea), demandantes de asilo. Estos últimos son considerados como
“infiltrados” y sufren la caza del hombre de una unidad especial de la
policía, encerrados en un campo de retención el tiempo necesario para
oír su demanda de reconocimiento como refugiados.
Un estado que no respeta los convenios internacionales
Pues aunque Israel ha firmado los convenios internacionales sobre los
refugiados, sus instancias rechazan sistemáticamente las demandas de
asilo y les devuelven a los países africanos (es bien sabido: ¡todos
los negros son hermanos!)… donde por otra parte no se les reconoce
ningún derecho. Colmo de la hipocresía, bajo la amenaza de una
retención ilimitada, se les hace firmar una declaración de “salida
voluntaria”. Ante las denuncias de las organizaciones de apoyo a los
refugiados y de algunas organizaciones de defensa de los derechos
humanos, el Tribunal Supremo ha reconocido como legales la retención y
la expulsión “voluntaria”, así como el no respeto de los convenios
internacionales sobre los refugiados.
El tratamiento de los refugiados por el régimen israelí es tanto más
indignante en la medida que no hace mucho tiempo que nuestros propios
abuelos fueron a menudo apátridas, excluidos de derechos y entregados
a quienes ponían en marcha la solución final. Se habría debido esperar
que sus nietos sacaran lecciones de tolerancia y de aceptación del
otro. Pero, por parafrasear a Benjamin Netanyahu, “han olvidado lo que
es ser judío”…
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