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miércoles, 20 de mayo de 2015

Cómo luchan los estudiantes judíos por la Causa Palestina

Nathan Gutman, autor del artículo original que puedes leer en inglés en este enlace: http://forward.com/news/308236/the-guerilla-political-warriors-on-campus/?utm_content=daily_Newsletter_TopSpot_Title_Position-1&utm_source=Sailthru&utm_medium=email&utm_term=The%20Forward%20Today%20%28Monday-Friday%29&utm_campaign=New%20Daily%202015-05-20
Sus tácticas incluyen la colocación de muros simbólicos dentro de campus universitarios de Israel y falsas cartas donde les hacen saber a sus compañeros que tienen una orden de desalojo.

Mientras los anti palestinos disponen de miles de dólares para hacer conferencias con oradores extranjeros que van a argumentar por qué los otros deben permanecer excluídos, los judíos pro palestinos disponen de sus propias becas y  muy poco dinero para imprimir volantes y realizar estrategias baratas, pero efectivas como la antes descrita.

Dentro de sus propias filas, el grupo Voz Judía por la Paz atrae a muchos estudiantes que no son ni palestino-estadounidenses ni musulmanes - un punto de especial orgullo entre sus miembros-. De hecho, varios activistas dijeron que, basándose en impresiones, no científicas,  los judíos integrantes de Estudiantes por la la Justicia en Palestina (SJP por sus siglas en inglés) constituyen el segundo grupo étnico más grande de la organización. Uno de estos es el activista Tom Pesaj, un candidato al doctorado  en Berkeley, quien recientemente regresó a Israel, donde es profesor de sociología en la Universidad Hebrea de Jerusalén.

"Nuestro objetivo es cambiar el discurso", explicó Pesaj. "Queremos acabar con la ocupación, para llevar la igualdad a los palestinos e israelíes, y apoyamos el derecho de retorno. Pero eso no contradice derechos de los judíos. "Otros activistas destacaron que no apoyan a Hamas y no están respaldados por la organización.

SJP, que ha estado a la vanguardia de estos esfuerzos, insiste en que es diferente de otras organizaciones pro-palestinas en la estructura y en el mensaje.
"SJP no tiene una postura sobre un solo Estado o la una solución de dos estados", dijo McCleary, en referencia a las dos recetas principales para la resolución de la ocupación de Cisjordania y el bloqueo de Israel, junto con Egipto a la Franja de Gaza. "Estamos menos preocupados por el "cómo" y más con nuestras metas de libertad e igualdad para todos. Si se logra en un solo Estado o en dos estados es una preocupación menor para SJP ".
"Le dimos unos 2.000 avisos de desalojo a los estudiantes", recordó David McCleary, un activista en el capítulo del grupo de Estudiantes por la Justicia de la Universidad de Berkeley, California quien participó en una protesta en febrero de 2014 usando esta táctica en su campus. "Queríamos mostrar a la gente con lo que los palestinos tienen que tratar."
McCleary, un estudiante graduado, se convirtió en activo en Students Justice for Peace durante la campaña militar de Israel en Gaza, el verano pasado, contra Hamas. Aunque Israel sostuvo que no tenía más remedio que responder a los cohetes lanzados por Hamas, McCleary dijo que el elevado número de víctimas civiles en Gaza demostró que era más bien una "masacre masiva" contra  los palestinos.

Incluso en la Universudad de Berkeley, su lugar de origen, el número de miembros del núcleo de SJP es relativamente pequeño. Incluye apenas a unos 15 estudiantes. Las campañas importantes reunen  alrededor de  40 activistas, aunque el grupo dijo que no mantiene listas de miembros. Varios capítulos han optado por  medios de protesta diversos contra  la ocupación israelí. Estos van desde prohibir Sabra Humus, propiedad de una compañía israelí en la cafetería de la escuela de la Universidad DePaul de Chicago, hasta  interrumpir el  discurso de un político israelí en Brandeis, para protestar por los viajes  gratuitos a Israel con objetivo de reclutar adeptos anti palestinos. 

domingo, 17 de mayo de 2015

ISRAEL La jerarquía de las discriminaciones



MICHEL WARSCHAWSKI


Judíos etíopes, cristianos eritreos, palestinos de cualquier 
confesión... Cuando se habla de Israel, se sabe en general que hay 
judíos y árabes, y que entre ellos hay una dominación colonial de los 
primeros sobre los segundos y un conflicto centenario resultante de 
esta agresión colonial. Lo que se conoce mucho menos son las 
contradicciones internas de las dos sociedades. Israel es una sociedad 
dividida no solo en clases, sino también en grupos étnicos fuertemente 
jerarquizados.

En la cúspide de la pirámide, los ashkenazi, es decir los judíos 
originarios de Europa y de América del Norte: sus bisabuelos fueron 
quienes crearon el Estado y la sociedad israelí, a su imagen. Por 
debajo, los judíos originarios del mundo árabe y de la cuenca 
mediterránea (sefarditas), conminados a “occidentalizarse” para 
convertirse en verdaderos israelíes. Completamente abajo, excluidos 
del colectivo nacional -Israel se define como un “Estado judío”- y 
víctimas de una discriminación estructural, los árabes de Palestina. 
Por su parte, los palestinos están también divididos en la atribución, 
o más bien la supresión, de derechos: ciudadanos en el caso de quienes 
viven en las fronteras anteriores a la guerra de 1967, sujetos de una 
ocupación militar en Cisjordania y en la banda de Gaza, por tanto sin 
derechos civiles, y refugiados, que se pueden también dividir entre 
quienes llevan en su exilio una vida “normal” y los que residen en los 
campos de refugiados.

Un racismo sin complejos

Estas últimas semanas han sido los judíos etíopes los que han estado 
en el corazón de la actualidad: ser negro no da un aire muy judío y 
esta comunidad es objeto de un racismo sin complejos, en particular de 
violencia policial en los barrios del Sur de Tel Aviv en los que están 
concentrados. Contra esta violencia se manifestaron en masa los 
etíopes la semana pasada en Tel Aviv, y su manifestación fue reprimida 
con métodos utilizados en general contra los palestinos. “Se nos ha 
tratado como a árabes”, se ha quejado uno de sus portavoces, que había 
hecho su servicio militar en la siniestra policía de las fronteras, 
especializada en la represión de los palestinos. Quien a hierro mata…, 
dirán algunos.

Pero, como toda sociedad de apartheid, la jerarquización de los grupos 
no tiene límites. Están los no-judíos y no-árabes: los trabajadores 
inmigrantes legales (filipinos e indios en el trabajo doméstico, 
tailandeses en el proletariado agrícola) e ilegales, a los que hay que 
añadir los refugiados (esencialmente del Sur de Sudán, Etiopía y 
Eritrea), demandantes de asilo. Estos últimos son considerados como 
“infiltrados” y sufren la caza del hombre de una unidad especial de la 
policía, encerrados en un campo de retención el tiempo necesario para 
oír su demanda de reconocimiento como refugiados.

Un estado que no respeta los convenios internacionales

Pues aunque Israel ha firmado los convenios internacionales sobre los 
refugiados, sus instancias rechazan sistemáticamente las demandas de 
asilo y les devuelven a los países africanos (es bien sabido: ¡todos 
los negros son hermanos!)… donde por otra parte no se les reconoce 
ningún derecho. Colmo de la hipocresía, bajo la amenaza de una 
retención ilimitada, se les hace firmar una declaración de “salida 
voluntaria”. Ante las denuncias de las organizaciones de apoyo a los 
refugiados y de algunas organizaciones de defensa de los derechos 
humanos, el Tribunal Supremo ha reconocido como legales la retención y 
la expulsión “voluntaria”, así como el no respeto de los convenios 
internacionales sobre los refugiados.

El tratamiento de los refugiados por el régimen israelí es tanto más 
indignante en la medida que no hace mucho tiempo que nuestros propios 
abuelos fueron a menudo apátridas, excluidos de derechos y entregados 
a quienes ponían en marcha la solución final. Se habría debido esperar 
que sus nietos sacaran lecciones de tolerancia y de aceptación del 
otro. Pero, por parafrasear a Benjamin Netanyahu, “han olvidado lo que 
es ser judío”…

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