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lunes, 30 de abril de 2018

En Gaza no se puede vivir, desde Israel les disparan a matar

Gaza y la indiferencia global
--- La Gran Marcha de Retorno se ha convertido en una de las últimas
astillas de esperanza para los palestinoss, una llamada a la dignidad


por Rania Muhareb

Palestina vuelve a ocupar titulares mundiales mientras Israel suprime
brutalmente las protestas pacíficas y mata a población palestina
desarmada que participa en la Gran Marcha del Retorno en la Franja de
Gaza, actos, que como ya ha advertido el fiscal de la Corte Penal
Internacional, pueden equivaler a homicidios voluntarios o a crímenes
de guerra. Parece que Palestina solo puede ocupar titulares cuando las
violaciones que se cometen son lo suficientemente graves como para
constituir crímenes de guerra, y aun así la cobertura mediática es tan
efímera, que apenas nunca se llega a escuchar la voz del pueblo palestino.

La Gran Marcha del Retorno llama a poner fin al bloqueo ilegal de
Israel y al cierre de la Franja de Gaza y a la realización del derecho
al retorno de la población refugiada palestina. Desde su lanzamiento
el 30 de marzo de 2018 en conmemoración del Día de la Tierra, la
Franja de Gaza ha presenciado cuatro semanas de protestas pacíficas,
continuamente encontradas con fuerza por parte de Israel, la potencia
ocupante. Las fuerzas de ocupación israelís continúan a recorrer al
uso excesivo, innecesario e intencional de la fuerza letal contra
manifestantes pacíficos, a pesar de que no representaban ninguna
amenaza inmediata. Los francotiradores colocados detrás de la verja
que bordea la Franja de Gaza han disparado para matar a manifestantes,
apuntando a la parte superior de sus cuerpos (a la cabeza y al pecho).

Desde el 30 de marzo, Al-Haq ha documentado 39 asesinatos entre la
población palestina por parte de las fuerzas de ocupación israelís en
la Franja de Gaza, 32 de ellos durante las protestas de la Gran
Marcha. Entre los asesinados, cuatro eran niños, como Hussein Madi,
quien recibió un disparo en el corazón mientras se manifestaba, tres
días antes de su 14º cumpleaños. Un periodista de 31 años, Yasser
Murtaja, también murió mientras cubría las protestas, a pesar de estar
claramente identificado como miembro de la prensa, lo que indica la
naturaleza indiscriminada de los ataques de Israel y de la práctica de
disparar para matar. Las escenas provenientes de Gaza en las últimas
cuatro semanas han provocado una condena generalizada, ya que expertos
en derechos humanos de las Naciones Unidas y la Corte Penal
Internacional han advertido que estos actos podrían constituir
crímenes de guerra, mientras que se han realizado peticiones para que
se realice una investigación internacional independiente sobre los 
asesinatos.

Se espera que la Marcha del Gran Retorno continúe hasta el próximo15
de mayo, en conmemoración de la septuagésima Nakba o "catástrofe" de
1948, cuando las fuerzas sionistas destruyeron 531 aldeas palestinas y
desplazaron a 800.000 palestinos de sus hogares y propiedades.
Alrededor del 70% de la población de la Franja de Gaza son refugiadas
palestinas. El derecho internacional reconoce su derecho al retorno,
de conformidad con la Resolución 194 de la Asamblea General, del 11 de
diciembre de 1948, que ha sido reafirmada más de cien veces, más que
cualquier otra resolución en la historia de las Naciones Unidas. Sin
embargo, el derecho internacional significará muy poco para la
población palestina, hasta que no vean aplicadas las resoluciones
sobre el terreno, y mientras su derecho inalienable a la
autodeterminación, que incluye el derecho de los y las refugiadas
palestinas a regresar, siga fuera de su alcance.

12 años de bloqueo

70 años después, a la población refugiada palestina se le niega el
derecho a regresar a sus hogares y pueblos de origen, mientras que el
sofocante cierre de Israel ha hecho que la Franja de Gaza sea
inhabitable. Casi doce años después de que Israel impuso su bloqueo
integral por tierra, aire y mar, reconocido como un castigo colectivo
ilegal, la población palestina en Gaza se ve obligada a vivir con tan
solo cuatro horas de electricidad al día, sin acceso a agua potable ni
servicios esenciales, y sin poder viajar ni siquiera para tratamientos
médicos urgentes. En este contexto, la Gran Marcha de Retorno se ha
convertido en una de las últimas astillas de esperanza para los y las
palestinas, una llamada a la dignidad, al fin del bloqueo y al cierre
ilegal de Israel y de la realización del derecho de la población
refugiada palestina a regresar a sus hogares.

Después de siete décadas de refugio, cincuenta años de ocupación y más
de una década de bloqueo y cierre ilegal, la población palestina en
Gaza tiene poco que perder. Mientras se preparan para la quinta semana
consecutiva de protestas el próximo viernes, la comunidad
internacional debe garantizar que las voces palestinas se escuchen y
se cumplan sus derechos, mientras que debe desempeñar su papel para
responsabilizar a Israel por su impunidad de violaciones sistemáticas
del derecho internacional cometidas contra el pueblo palestino.

tomado de:
https://www.elperiodico.com/es/opinion/20180426/gaza-y-la-indiferencia
-global-articulo-rania-muhareb-6786739

domingo, 21 de enero de 2018

Yo soy Ahed

tomado de La Jornada, miercoles, 17 de enero de 2018
http://www.jornada.unam.mx/2018/01/17/opinion/019a1pol



Por José Steinsleger

El lector memorioso recordará a Malala, la joven activista paquistaní
que a los 15 años fue atacada a tiros por un terrorista talibán en un
autobús escolar que circulaba por la ciudad de Mingora (2012).

Malala Yousafazi empezó su militancia a los 11 años, y en 2011 recibió
dos importantes premios por su defensa de la educación de las niñas,
los derechos civiles y de las mujeres en el valle del río Swat
(provincia de Khyber), controlada por el régimen talibán.

Luego del atentado, el ex primer ministro inglés Gordon Brown emitió
una petición titulada Yo soy Malala, y la Unesco lanzó la campaña
Stand up for Malala. Malala fue recibida en la Casa Banca por el
entonces presidente Barak Obama, por el secretario general de la ONU
Ban Ki-moon, y pronunció un discurso ante la Asamblea General.

Los medios occidentales la encumbraron: biografías, entrevistas,
documentales. Sólo en 2013, Malala fue galardonada con más de 10
grandes premios internacionales. La revista Time la nombró una de las
100 personas más influyentes del mundo, y Glamour mujer del año, la
nominó para el Nobel de la Paz que finalmente obtuvo, con tan sólo 17
años (2014).

En el extremo opuesto, tenemos a la niña judía Yifat Alkobi, quien en
2011 abofeteó a un soldado que la detuvo por tirar piedras contra los
palestinos. Yifat fue liberada el mismo día de su detención, y se le
permitió regresar al hogar. Antes del incidente, Yifat había sido
condenada cinco veces por conducta desordenada. Sin embargo, no fue
encarcelada una sola vez.

Las vidas de Malala y Yifat son totalmente distintas a la de Ahed
Tamimi, niña palestina de 16 años. El 19 de diciembre pasado, en el
curso de las protestas contra la decisión de Washington de reconocer a
Jerusalén como capital de Israel, Ahmed cometió un delito similar al
de Yifat. Sólo que en lugar de una bofetada judía, el soldado que
entró al patio trasero de su casa, recibió una bofetada palestina.

Ahed nació en Nabi Saleh, aldea situada a 20 kilómetros de Ramalá
(Cisjordania) y cercada por el asentamiento ilegal judío de Halamish
que desde 2009 la priva de tierra y agua. Milita desde los nueve años,
y así como tantos niños palestinos, creció con la ansiedad de ser
despertada en sus habitaciones, por soldados armados y con máscaras.

Ahed ha sido testigo de la detención y asesinato de varios miembros de
su familia. A un hermano de su madre, Nariman, lo asesinaron delante
de ella, en una protesta (2011); al hermano, le partieron el brazo.
Bassam Tamimi, el papá, ha pasado nueve veces por las cárceles; la
madre también, cuatro o cinco veces. Y a los 12, Ahmed apareció en un
video que se hizo viral, mordiendo a un soldado judío cuando pisoteaba
a su hermano.

El periodista Gideon Levy escribió acerca las razones por la que una
adolescente palestina está volviendo loco a Israel. Dijo que la niña
“destrozó varios mitos de los israelíes. Lo peor de todo es que se
atrevió a dañar el mito israelí de la masculinidad [...] ¿Qué va a
pasar con nuestro machismo, que Tamimi rompió tan fácilmente, y
nuestra testosterona? (Haaretz, 21/12/17).

Aunque, posiblemente, lo que vuelve locos a los israelíes, es que Ahed
Tamimi podría pasar por una de sus hijas: piel blanca, largo cabello
rubio rizado, ojos azules, y rasgos que parecen más europeos que
árabes. Pero académicas como Shenila Khoja-Moolji, Miriam Ticktin o
Carolina Bracco ofrecen lecturas menos mediáticas.

Según ellas, Ahmed tiene claro que mujer, vida, tierra y cuerpo son la
misma cosa en Palestina. Por esto, cuando la entidad colonial se quiso
aprovechar de la concepción el honor antes que la tierra, las mujeres
de Nabi Saleh respondieron: la tierra antes que el honor.

Niñas como Ahed, sostienen, critican el colonialismo sionista y distan
de enarbolar la feminidad empoderada que la cultura occidental
pretende validar. Ella busca la justicia contra la opresión en lugar
del empoderamiento femenino, individualista y abstracto.

Mientras, el papá de Ahed plantea dos frentes de lucha: por un lado el
deber de seguir desafiando y combatiendo el colonialismo israelí en el
que ellas nacieron, hasta el día en que se derrumbe. Por otro,
afrontar con audacia el estancamiento político y la degeneración que
se ha extendido entre nosotros.

Ahed fue detenida junto con su madre y prima (Nariman y Nur) y el
periodista israelí Ben Caspit (quien posa de progresista) recomendó en
el diario Maariv hacerles pagar en la oscuridad, sin testigos ni
cámaras. Un tribunal militar imputó a la niña de 12 delitos (entre
ellos incitación al terrorismo), y el ministro de educación Naftali
Bennett quiere que Ahed y su familia terminen sus días en prisión.

Entrevistado por el portal Nodal, el español Manuel Pineda (cofundador
de la organización no gubernamental Unadikum y amigo de la familia de
Ahed), advierte que en Tel Aviv crecen las voces que piden para Ahed
desde 20 años de cárcel a la cadena perpetua. “En los interrogatorios
–comenta– ella no responde nada. Todavía no han conseguido que diga su 
nombre”.


Ahed se niega a responder a los soldados, fiscales y autoridades del
enclave colonial sionista. Simplemente, no los reconoce. La nueva
heroína de la causa palestina pasó la última noche del año en una
celda helada y esposada de pies y manos.

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