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lunes, 11 de enero de 2021

Israel, la vacuna y los derechos humanos de los palestinos

 Israel niega la vacuna al pueblo palestino


por Ariel Elyse Gold
Los medios de comunicación están llenos de titulares como este de The New York Times del 1 de enero: «Cómo Israel se convirtió en líder mundial en la vacunación contra el covid-19». Mientras que Estados Unidos hasta ahora sólo ha vacunado al 1,3 por ciento de su población, Israel ya ha dado la vacuna de Pfizer/Biontech a más del 14 por ciento de sus ciudadanos. Al explicar esto, los medios de comunicación citan el sistema de salud pública de Israel, el hecho de que el país es pequeño pero rico (lo que le permite pagar 62 dólares por dosis, en comparación con los 19,50 dólares que paga Estados Unidos) y la naturaleza altamente digitalizada de su sistema de salud. Pero tras los titulares que celebran las tasas de vacunación de Israel hay una historia mucho más oscura sobre la desigualdad en materia de salud.
Israel tiene una población de alrededor de 9 millones de habitantes. El 20 por ciento son ciudadanos palestinos de Israel. Estas personas pueden votar en las elecciones, tienen representación en el Parlamento y están siendo vacunadas contra el covid-19. Pero hay alrededor de 5 millones de personas palestinas que viven bajo el dominio israelí, sin derechos y que, al igual que el resto del mundo, también sufren la pandemia.
Desde 1967, la población de colonos israelíes en territorio palestino ocupado se ha disparado a cerca de 500 mil habitantes; los consejos regionales de las colonias controlan, de acuerdo a la organización israelí de derechos humanos B’Tselem, el 40 por ciento de las tierras de Cisjordania. A pesar de que los acuerdos de normalización facilitados por Estados Unidos entre Israel y Emiratos Árabes Unidos, Bahrein y Marruecos –firmados en el último semestre del año pasado– supuestamente habían detenido la anexión de una parte de Cisjordania a Israel, lo cierto es que en 2020 el gobierno de ese país otorgó el mayor número de permisos para construcción o expansión de colonias desde que el grupo de vigilancia Peace Now comenzó a hacer el seguimiento en 2012.
A pesar de que la Autoridad Palestina y Hamas son supuestamente los gobiernos oficiales en Cisjordania y Gaza, Israel es quien manda realmente. Israel controla las fronteras, la moneda, el banco central e incluso recauda impuestos en nombre de la Autoridad Palestina. Mantiene el derecho de llevar a cabo operaciones militares en territorio palestino y controla la cantidad de libertad, o la falta de ella, que se concede a la población palestina. Incluso en zonas como Ramala, supuestamente bajo el control total de la Autoridad Palestina, Israel se reserva el derecho de entrar en la ciudad en cualquier momento, de cerrar calles y tiendas, de irrumpir en las casas y de hacer arrestos militares nocturnos sin orden judicial.
La distribución de la vacuna contra el covid-19 por parte de Israel está lejos de ser el único sistema de desigualdad en el país. Las elecciones israelíes no incluyen a los aproximadamente 5 millones de palestinos que viven en Cisjordania y Gaza bajo su dominio. La población palestina de Jerusalén este (anexada a Israel desde 1967), si bien puede votar en las elecciones municipales, no puede votar en las nacionales, como la que está prevista para marzo (la cuarta en dos años).
Tal vez la demostración más flagrante de que Israel tiene dos conjuntos de leyes para dos grupos de población es su sistema judicial en Cisjordania. Mientras que los colonos israelíes, que viven allí ilegalmente según el derecho internacional, están sujetos a la legislación civil israelí, sus vecinos palestinos viven bajo la legislación militar. Esto les subordina a decretos como la orden militar 101, que prohíbe incluso la protesta pacífica.
Según los Acuerdos de Oslo, firmados en 1993, la Autoridad Palestina es la única responsable de la atención sanitaria de la población palestina en Cisjordania y Gaza. Sin embargo, esos acuerdos formaban parte de una visión que contemplaba la firma de un acuerdo de paz más completo en un plazo de cinco años. Casi tres décadas después, este acuerdo de paz más amplio no se alcanzó e Israel ha afianzado su empresa de ocupación colonial, al tiempo que desobedece el derecho internacional y elude sus obligaciones morales, jurídicas y humanitarias como potencia ocupante. Proporcionar la vacuna contra el covid-19 a la población palestina ocupada es una de esas obligaciones.
La población palestina de Cisjordania y Gaza necesita desesperadamente la vacuna. Hasta el 6 de enero de 2021, ha habido 144.257 casos y 1.663 muertes por covid-19 en los territorios palestinos. La infección y las tasas de mortalidad están aumentando peligrosamente. En un período de sólo 24 horas, se anunciaron 1.191 nuevos casos y 20 muertes por el virus. La situación en Gaza es particularmente preocupante. Los gazatíes padecen hasta 12 horas diarias sin electricidad. Gracias al bloqueo aéreo, terrestre y marítimo impuesto por Israel, así como a los múltiples ataques militares sobre ese enclave superpoblado, hay una grave escasez de medicamentos y equipamiento médico, junto con una pobreza y un desempleo considerables. Establecer una cuarentena y mantener los servicios sanitarios en Gaza es extremadamente difícil.
El sistema Covax de la Organización Mundial de la Salud (OMS), destinado a ayudar a los países empobrecidos, se ha comprometido a vacunar al 20 por ciento de los palestinos que viven en los territorios ocupados. Pero las vacunas del Covax aún no cuentan con la necesaria aprobación de la OMS para su «uso de emergencia». Gerald Rockenschaub, jefe de la oficina de la OMS en Jerusalén, dijo recientemente que es probable que las vacunas de ese sistema no estén disponibles para su distribución en los territorios palestinos hasta «principios o mediados de 2021». Según el Ministerio de Salud palestino, los territorios han sufrido una crisis financiera que los ha dejado casi sin fondos para comprar dosis de vacunas. Incluso cuando lograron conseguir el dinero, las que intentaron comprar a Rusia en diciembre no pudieron ser entregadas, ya que ese país determinó que no tenía suficientes dosis para vender.
En la primera semana de 2021, la Autoridad Palestina comenzó a indagar si Israel les ayudaría a obtener la vacuna. Hasta ahora, los funcionarios israelíes (en particular el viceministro de Salud, Yoav Kisch) han dicho que quizás podrían ofrecer a Cisjordania y Gaza lo que les sobre después de vacunar a la población israelí y a la palestina de Jerusalén este. Si eso no es un apartheid médico, se parece bastante.
Ariel Elyse Gold, activista judeoestadounidense, codirectora nacional de la organización feminista Codepink y responsable de su campaña por los derechos del pueblo palestino. Por su activismo en ese terreno, Israel le ha negado la entrada al país.
Publicado originalmente en Mondoweiss. Traducción: María Landi

viernes, 2 de agosto de 2019

Comunidades judías fuera de Israel, única esperanza en el holocausto contra Palestina

Traducción de Peter Gellert


El Apartheid es la "realidad deseada" de Israel

Entrevista de Mari Cohen con Amira Hass

Amira Hass, periodista israelí defensora de los derechos palestinos


Este mes, Amira Hass, quien se ha desempeñado como corresponsal de los Territorios Ocupados de Haaretz durante 30 años, visitó Illinois e Iowa para hablar con una variedad de audiencias en eventos sobre temas como "la ley del estado nación de Israel" y "Los efectos del bloqueo a largo plazo y el colonialismo de los colonos sobre la salud y el bienestar de la gente de Gaza ”. La hija de los sobrevivientes del Holocausto, Hass, vive en Ramallah, donde es la única periodista judía israelí que vive en Cisjordania. En la década de 1990, pasó tres años viviendo en Gaza, y finalmente compiló sus experiencias en el galardonado libro Drinking the Sea at Gaza. Debido a restricciones israelíes, no ha podido visitar Gaza desde 2010.
Me senté con Hass después de que ella diera una charla de una hora en la Fundación McCormick, un fideicomiso caritativo con sede en Chicago. Durante la charla, titulada "Hablando la verdad al poder como periodista", Hass describió en detalle cómo Israel invade continuamente las tierras palestinas en Cisjordania, dividiendo las comunidades palestinas en áreas desconectadas más pequeñas que ella denominó "enclaves". Áreas gobernadas por Los palestinos se encuentran dispersos en tierras controladas por Israel, lo que dificulta a las comunidades palestinas ampliar la infraestructura y moverse entre las comunidades. En su trabajo periodístico, Hass profundiza en los mecanismos burocráticos que Israel usa para restringir la libertad de movimiento y acceso a la tierra del pueblo palestino.
Esta entrevista ha sido editada por su extensión y claridad.
Mari Cohen: Escribes noticias y también escribes opiniones. ¿Es tradicional en Israel que los periodistas hagan las dos cosas?
Amira Hass: En Haaretz se ha desarrollado así, rechazando esta visión muy estadounidense de que los periodistas deben ser "objetivos". Tonterías, todos tenemos opiniones. Y todos tenemos antecedentes. Un periodista israelí que sirvió en el ejército está lleno de opiniones, solo que no dice tenerlas. Expresas tus opiniones por tu elección de palabras. Sé que en otros medios israelíes, en la radio, por ejemplo, nunca informarán sobre los problemas que yo informe. Existe la opinión de que la tierra nos pertenece a los judíos, por lo que no tenemos que informar sobre todos los trucos que tiene Israel para tomar tierra palestina. Hay una opinión [expresada] en la elección de qué escribir y sobre qué no escribir. Haaretz se ha liberado de esta distinción artificial,
MC: ¿Cuáles son los proyectos de informes en los que está trabajando en este momento?
AH: Estoy trabajando en dos cuestiones principales relacionadas con la tierra y las personas. Israel ahora está desarrollando más y más formas de confiscar la tierra más allá de la barrera de separación. Supuestamente, la barrera se construyó por razones de seguridad, pero se construyó profundamente en Cisjordania, por lo que hay grandes áreas entre el muro de separación y la Línea Verde (la frontera '67) que son tierras palestinas. Al principio, Israel prometió que los palestinos podrían llegar a su tierra para cultivarla. Pero especialmente en los últimos cuatro años, han desarrollado todo tipo de nuevas regulaciones y procedimientos que evitan que el pueblo palestino llegue a sus tierras. Pero los israelíes y los colonos pueden viajar allí, pueden caminar allí normalmente y dejan de verlo como tierra palestina. He escrito varios artículos sobre esto.
Y lo segundo es sobre las políticas que tienen que ver con el registro de la población, otorgar o no residencias al pueblo palestino.
Es muy complicado, porque tiene que ver con mucha burocracia. Y la gente se cansa de esto, ya sabes, es más fácil sorprenderse con una historia sobre un niño que fue asesinado por un soldado israelí. Y no minimizo eso, pero esta no es la política principal, es un subproducto. Las políticas principales son obtener más tierra y manipular la demografía palestina, encontrar formas de evitar que la gente venga al país o se case con extranjeros. Ves que esto es realmente un plan. [Los líderes israelíes] se sientan y piensan cómo implementarlo y qué regulaciones lograrán este objetivo. Pero es tan burocrático y agotador, y mienten mucho; les preguntas algo, te mienten, y sabes que mienten Pero, ¿cómo pruebo que esto es una mentira? Uno por uno, paso a paso. . . Si observa cada [política] por separado, no se ve tan mal. Pero cuando ves la imagen completa, conectando los puntos, entiendes lo grave que es.
No puedes explicar todos los puntos en un artículo; necesitas muchos artículos para conectarlos. Tengo que repetirme una y otra vez para que se hunda.
MC: ¿Tiene una idea de la respuesta en Ramallah a las elecciones israelíes de abril?
AH: La derecha es tan fuerte que incluso aquellos partidos que no se consideran de derecha son de derecha en su actitud hacia los palestinos. Rehuyen cualquier cosa relacionada con las negociaciones con los palestinos, el desmantelamiento de los asentamientos o el alivio de las restricciones a Gaza. Ni siquiera lo sugieren porque tienen miedo de perder votantes. De modo que había mucho menos interés que nunca entre los palestinos. Dicen que cualquiera que sea el partido que esté en el poder, es un partido de derecha que tiene como objetivo mejorar la colonización israelí de Cisjordania y aislar a Gaza del resto del mundo.
MC: Usted estaba hablando antes acerca de los jóvenes que abandonan Ramallah y otras ciudades de Cisjordania. ¿Es esa una tendencia que estás viendo?
AH: Ves jóvenes que sienten que no hay horizonte y quieren irse. No tienen ninguna confianza en su propio liderazgo. La gente busca mejores trabajos afuera, estudiar afuera, respirar afuera. Entonces tienes gente en las aldeas; Israel está tomando la tierra de las aldeas, y no hay trabajo. Entonces van a las ciudades y pueblos. No hay esperanza ahora para un levantamiento que pueda tener éxito. Todo es muy trágico.
MC: Y de alguna manera, para ventaja de Israel.
AH: por supuesto. Es por eso que los palestinos no pueden encontrar vivienda en Jerusalén, porque Israel expropió la mayoría de las tierras palestinas en el área de Jerusalén, y al mismo tiempo impuso tantas restricciones a la vivienda, no pueden construir de la manera en que construyen en áreas judías. Y no hay viviendas públicas para palestinos en Jerusalén, solo para judíos. Esto hace que la vivienda para los palestinos sea extremadamente costosa, desproporcionada a sus salarios. Lo que significa que las personas viven muy densamente o están endeudadas o van a vivir en Ramallah, y luego pierden sus derechos [de residencia] en Jerusalén. Entonces ves cómo Israel manipula tantas cosas para expulsar a los palestinos del país. Jóvenes palestinos, en su mayoría.
MC: ¿Qué piensa sobre la viabilidad de la solución de dos estados en estos días?
AH: Mire, la realidad actual es en realidad un estado, que es un estado de apartheid. Esto significa que hay dos leyes separadas: una para los palestinos y otra para los judíos israelíes. La población palestina se subdivide en grupos y subgrupos como la población no blanca de Sudáfrica. Están desconectados el uno del otro. Israel los trata de manera diferente, mientras que los judíos israelíes viven en todo el país, como un solo pueblo, con plenos derechos. La pregunta es: ¿Qué tan sostenible es esto? Asumimos que no es sostenible. Pero hasta ahora, está funcionando bien para Israel: ha sido sostenible. Porque el mundo lo ha aceptado. En el pasado, solíamos decir que el mundo no lo aceptaría, pero lo hace.
Para Israel, esta es la realidad deseada: que los palestinos viven en sus enclaves, privados de cualquier capacidad para desarrollar la economía, y que el mundo les da donaciones para que puedan mantenerse. Y eso es. Israel no desea alcanzar una realidad diferente. Ha habido una especie de ilusión entre los judíos [en la diáspora] de que Israel quiere una solución. Pero [los judíos israelíes] no ven que esto es un problema. Así que creo que cuando hablamos de uno o dos estados, en cierto modo es una discusión obsoleta.
La cuestión es si el segmento de la derecha religiosa mesiánica israelí de la población que ha ganado mucho poder en la política israelí, logrará cumplir sus objetivos: la expulsión masiva de palestinos y la anexión de la gran mayoría de Cisjordania ? No les basta con tener palestinos viviendo en enclaves. Ellos quieren mas. Creo que debemos preocuparnos por estas preguntas, no por preguntas hipotéticas sobre uno o dos estados.
MC: ¿Qué oposición a la expulsión masiva verías venir de Israel?
AH: Nada. En un escenario donde los derechistas expulsan, digamos, toda una aldea, por alguna razón, excepto por los pocos izquierdistas israelíes, no veo una fuerza política real que les impida hacer esto.
MC: Parece que en este momento la mayoría de la oposición tendría que venir de la comunidad internacional.
AH: Y las comunidades judías fuera de [Israel]. Creo que las comunidades judías deberían alarmarse por estas peligrosas posibilidades. Pero lo que veo es que la corriente principal se niega a definir estas políticas israelíes como un problema. Me recuerda a los comunistas que se negaron a escuchar críticas sobre la Unión Soviética. Personas decentes que fueron honestas, pero se aislaron [de] cualquier conocimiento, cualquier información sobre la Unión Soviética y sus atrocidades y represión.
Entonces, cualquiera que se atreva a criticar a Israel es un antisemita, como solían decir los comunistas, cualquiera que critique a la Unión Soviética es anticomunista.
MC: Sé que sientes algo de pesimismo acerca de llegar al público israelí con tu periodismo en estos días. ¿Sientes un pesimismo similar acerca de llegar a la corriente principal de la diáspora judía?
AH: Veo que hay más grietas ahora que antes. En cierto modo, es alentador, pero es demasiado lento, demasiado lento y tiene que ser mucho más dramático. Las críticas a Israel, por parte de todos, pero también principalmente de grupos judíos, deben ser mucho más abiertas, exhaustivas, atrevidas y consistentes de lo que son hoy.
MC: ¿Existe un poder específico que los grupos judíos que defienden desde el exterior tengan que afectar la política en Israel o ejercer presión, en oposición al activismo no judío?
AH: Israel tiene tanto éxito en llamar a la crítica de su política antisemitismo; cuando los judíos critican, no puedes llamarlos antisemitas. Quiero decir, lo intentan quizás, pero es ridículo. Entonces, lo principal es cómo bloquear la máquina de propaganda en Europa y los Estados Unidos que iguala automáticamente las críticas a Israel con el antisemitismo. Creo que no es tanto afectar a Israel como afectar la discusión, la conciencia y la apertura fuera de [Israel]. Quiero decir, el gran dinero judío no apoya las actividades de izquierda. El gran dinero judío todavía va a Israel, va a los colonos, va a proyectos religiosos abiertamente antipalestinos. Eso no se detendrá. Los liberales judíos siguen siendo demasiado tímidos, demasiado propensos a dudar de alguien que critica a Israel.
Creo que su papel en la diáspora es principalmente atreverse a criticar y, al mismo tiempo, no disociarse de la historia judía o de su cultura y antecedentes judíos. Es importante que la gente entienda que lo que hace Israel no es en nombre del pueblo judío.
MC: ¿Cómo es para ti personalmente tratar de mantener una identidad judía frente al trabajo que has estado haciendo durante tanto tiempo?
AH: Vivo en Ramallah y nunca he sido religioso. Nací en una familia atea, una familia de comunistas y sobrevivientes del Holocausto. Entonces, el judaísmo nunca se expresó en rituales religiosos. Fue más un reconocimiento de los antecedentes históricos de la historia de mis padres. Y mi amor por mi idioma. Quiero decir, este es mi idioma, hebreo; No era el idioma de mis padres. Hay una cultura judía israelí que no me gustaría ver desaparecer, y me siento apegada a las partes que no son militaristas.
Sabes, dejé Israel / Palestina para esta gira, y me salté el Día del Memorial del Holocausto y el Día de la Independencia. Durante los últimos años, he tratado de estar fuera del país durante esos días, porque es muy doloroso para mí. No necesito el Día del Memorial del Holocausto para recordar. Pienso en el Holocausto todos los días, a pesar de que mis padres están muertos. Siempre está presente en mi vida. Y, por cierto, también lo es la Nakba, la catástrofe palestina que causamos en 1948–9. Por lo tanto, estar allí esos días que se utilizan para tanta propaganda y engaño israelíes, por un lado, y por otro lado, estar entre los palestinos, que tienden a minimizarlo, es difícil.
MC: ¿Es eso común entre sus amigos y asociados palestinos, la minimización del Holocausto?
AH: Desafortunadamente sí. No es fácil. Lo entiendo, lo analizo. Porque, como alguien me dijo, Israel mintió sobre tantas cosas que mintió al mundo sobre el '48. Entonces, se supone que también mintieron sobre el Holocausto. Debido a que se usó contra los palestinos, los palestinos están de humor general para tratar de [minimizar]. No todo, ya sabes. Ves mucho, mucho más interés [ahora] en entender. Y hay académicos palestinos totalmente atentos a esta historia, y que saben cómo incorporarla en su análisis de la realidad. Pero en general, me enfrento a esto. Esta es una de mis experiencias dolorosas con personas que conozco y personas que conozco.
Pero este es el resultado de las políticas israelíes, no la causa. Y los palestinos no son responsables de [esas políticas]. Quiero decir, cuando Israel priva a los palestinos de agua en Cisjordania, no es porque digan que el Holocausto no sucedió. Voy a Hebrón y no es el tema más urgente para un palestino allí reconocer el Holocausto. Lo que ven es cómo los israelíes convirtieron su hogar en un pueblo fantasma. Así que no espero que vengan y me digan: "Oh, compartimos con ustedes su dolor".
Mientras tanto, Israel usa el Holocausto para justificar todo lo que está haciendo a los palestinos. Esto es realmente el abaratamiento del Holocausto. El abaratamiento de la memoria de nuestros abuelos que fueron asesinados, cuando los usa para oprimir a los palestinos. Esto debería ser mucho más alarmante para cualquier judío en el mundo.
Mari Cohen es escritora y editora con sede en Chicago.

https://jewishcurrents.org/apartheid-is-israels-desired-reality/?fbclid=IwAR0694KZUy6A2O5zD3lBNOL8zxy1slmH3n3diBMpfH7mreN1rNxQ4QV3WXE

domingo, 13 de enero de 2019

Amos Oz: “No he visto nunca un fanático con sentido del humor”

EN PORTADA / ENTREVISTA

Amos Oz: “No he visto nunca un fanático con sentido del humor”

El escritor más reconocido en lengua hebrea publica 'Queridos fanáticos', un libro en el que condensa en forma de cuento lo que ha aprendido sobre la vida

El escritor israelí Amos Oz, en su casa en Tel Aviv en 2017. 
El escritor israelí Amos Oz, en su casa en Tel Aviv en 2017.   (MAGNUM / CONTACTO)
Parece el mismo de hace tres años, pero su voz se pierde a menudo en la grabadora entre el ronroneo de su gato ­Freddie. “Mi salud ya solo me permite viajar con la imaginación”, se excusa el escritor más reconocido en lengua hebrea. Amos Oz (Jerusalén, 1939) comienza una conversación con Babelia en su casa de Tel Aviv sobre los zelotes, extremistas y sectarios que prefieren observar un mundo complejo de la forma más simple, aunque termina reconociendo que su último libro, Queridos fanáticos, es en realidad un legado: “Se lo he dedicado a mis nietos. He concentrado lo que he aprendido en la vida, pero no de una manera abstracta, sino como un cuento”.
PREGUNTA. ¿Por qué ha recuperado discursos de hace tres lustros?
RESPUESTA. Es una revisión de mis conferencias de 2002 en Alemania. Hay una nueva aproximación. Lo más peligroso del siglo XXI es el fanatismo. En todas sus formas: religioso, ideológico, económico…, incluso feminista. Es importante entender por qué regresa ahora. En el islam, en ciertas formas del cristianismo, en el judaísmo…
P. Escribe sobre su tierra. ¿Oriente Próximo es la cuna del fanatismo?
R. Es una idea común, pero no creo que sea verdad. El auge del fanatismo y el racismo en Estados Unidos es mucho más peligroso. Existe fundamentalismo en Rusia y en el este de Europa. También es peligroso el fanatismo nacionalista en Europa Occidental.
P. ¿Compartimos ese pecado original?
R. Creo que hay un gen fanático en casi todos nosotros. Es la tendencia del ser humano de intentar cambiar a los demás. Les decimos a los niños: “Tienes que ser como yo”. Eso es muy común.
P. Usted razona sobre un fanatismo universal.
R. Cuanto más complejos se van haciendo los problemas, más y más gente está hambrienta de respuestas muy simples. Una fórmula que lo cubra todo. Pero muy a menudo se trata de mensajes fanáticos. Por ejemplo: “Todos nuestros problemas se deben a la civilización occidental”, o “nuestros problemas se deben al fundamentalismo islámico”, o “tienen su origen en la globalización” o “en el sionismo”…
P. Usted fue un muchacho fanático.
R. Un pequeño extremista, educado en una convención de nacionalismo y sionismo. “Los judíos tienen razón, nuestros enemigos están equivocados. Somos los buenos de la película y los otros son los malos”. Así de simple.
“Una nueva fragmentación de Europa no me hace feliz, pero si una mayoría del pueblo en Cataluña quiere vivir por su cuenta, lo hará”
P. ¿Cómo se cura el fanatismo?
R. Hay que tener curiosidad. Ponerse en la piel del otro. Aunque sea un enemigo. La receta es imaginación, sentido del humor, empatía. Pero no para contentar al otro. No soy como Jesucristo y no pido poner la otra mejilla. Lo mío es intentar imaginar qué hace al otro actuar de determinada forma.
P. Usted escapó de la atmósfera de su Jerusalén natal. ¿Es difícil no acabar siendo un fanático en esa ciudad?
R. Amo Jerusalén. Pero necesito mantener una cierta distancia. Es demasiado conservadora, en términos de ideología o religión. En Jerusalén casi todo el mundo tiene una fórmula personal para la salvación o la redención. Cristianos, musulmanes, judíos, pacifistas, ateos, racistas, todo el mundo.
P. Nació en un barrio que hoy es ultraortodoxo.
R. Entonces era de clase media baja. Había religiosos, pero también comunistas y algún anarquista. Y nacionalistas. Era un barrio interesante porque la gente discutía a todas horas.
P. ¿Una característica más bien jerosolimitana?
R. Es israelí, en general, aunque resulta más evidente en Jerusalén. Cualquier parada de autobús puede convertirse en un seminario académico. Completos desconocidos discuten de política, moralidad, religión, historia o sobre cuáles son las verdaderas intenciones de Dios. Pero nadie quiere escuchar al otro, todos creen tener la razón.
P. En el Estado judío, donde la religión es un signo identitario, ¿cómo vive un laico, un ateo?
R. Mi problema no es la religión, sino el fanatismo religioso. No es el cristianismo, sino la Inquisición. No es el islam, sino el yihadismo. No es el judaísmo, sino los judíos fundamentalistas. No es Jesucristo, sino los cruzados.
P. Un Gobierno ultraconservador en Israel, Trump en la Casa Banca, ¿una era propicia a la intransigencia?
R. La mayor parte del mundo se está moviendo rápido desde una perspectiva compleja a otra muy simplista. Pasa también en la izquierda radical.
P. El nacionalismo, el conflicto palestino, ¿no han condicionado esa visión en Israel?
R. Es natural. Cuando un maldito y cruel conflicto dura más de cien años hay heridas en ambos bandos. Oscuras imágenes del otro. Hay gente sentimental en Europa que cree que todo puede arreglarse charlando y tomando un café, con la idea de que en el fondo todo es un malentendido. Un poco de terapia de grupo y tan amigos. No. Hay conflictos que son muy reales. Cuando dos hombres aman a la misma mujer. O dos mujeres al mismo hombre. Eso no se puede solucionar tomando un café. El conflicto entre israelíes y palestinos es real.
P. ¿Hace falta un divorcio: dos Estados?
R. Básicamente es eso. La casa es muy pequeña. Tenemos que hacer dos apartamentos. Israel y, en la puerta de al lado, Palestina. Luego tendremos que aprender a decirnos “buenos días” en la escalera. Más tarde podremos ir de visita, a tomar café a casa del otro… Y hasta cocinar juntos: un mercado común, una federación o confederación…, pero antes hay que dividir la casa… En el fondo todos saben que la única solución posible es la de los dos Estados. Aunque no les gusta. Para palestinos e israelíes es como una ampu­tación, pierdes parte de tu cuerpo.
P. En Israel hay quien le cree un fanático de la fórmula de los dos Estados.
R. La otra solución solo funciona en Suiza. En Yugoslavia acabó en un baño de sangre. Hubo un divorcio pacífico en la antigua Checoslovaquia. ¿A quién se le ocurre que israelíes y palestinos deben acostarse juntos y hacer el amor y no la guerra? Después de un siglo de matanzas no es posible.
P. No parece que el liderazgo israelí muestre prisa por hallar una solución.
R. Ese es el corazón del conflicto, la falta de liderazgo. Nadie tiene el valor que tuvo [el presidente francés Charles] De Gaulle cuando concedió la independencia a Argelia.
P. ¿Ni los israelíes ni los palestinos?
R. Todo el liderazgo mundial. Por no citar también el de su país…
P. Precisamente iba a preguntarle…
R. No veo líderes valientes en Madrid o Barcelona. Una nueva fragmentación de Europa no me hace feliz. No entiendo por qué, pero si una mayoría del pueblo en Cataluña quiere vivir por su cuenta, lo hará. Puede que sea una gran equivocación, una tragedia para Cataluña y para el resto del país. No se puede obligar a dos personas a compartir cama si una de ellas no quiere.
P. O sea, como en Israel y Palestina.
R. Pienso en Checoslovaquia, fue complicado, pero no hubo guerra. Hasta Escocia quiere un Estado.
P. Entonces, ¿ahora vivimos una era de cobardes y fanáticos?
R. Es un tiempo de simplificaciones. La gente espera respuestas simples y ya no teme parecer extremista. Hace 80 años teníamos miedo de Hitler o Stalin.
P. Si la inmunización que supuso la II Guerra Mundial ya no surte efecto, ¿hace falta una nueva vacuna?
R. No quiero otro baño de sangre. Pero existe el riesgo: el fanatismo conduce a la violencia. Mi librito contiene un miligramo de vacuna: tolerancia y curiosidad. Sonreír de tiempo en tiempo, incluso reírse de uno mismo. No he visto nunca un fanático con sentido del humor.
Queridos fanáticos. Amos Oz. Traducción de Raquel García Lozano. Siruela, 2018. 172 páginas. 16,95 euros.

lunes, 30 de abril de 2018

En Gaza no se puede vivir, desde Israel les disparan a matar

Gaza y la indiferencia global
--- La Gran Marcha de Retorno se ha convertido en una de las últimas
astillas de esperanza para los palestinoss, una llamada a la dignidad


por Rania Muhareb

Palestina vuelve a ocupar titulares mundiales mientras Israel suprime
brutalmente las protestas pacíficas y mata a población palestina
desarmada que participa en la Gran Marcha del Retorno en la Franja de
Gaza, actos, que como ya ha advertido el fiscal de la Corte Penal
Internacional, pueden equivaler a homicidios voluntarios o a crímenes
de guerra. Parece que Palestina solo puede ocupar titulares cuando las
violaciones que se cometen son lo suficientemente graves como para
constituir crímenes de guerra, y aun así la cobertura mediática es tan
efímera, que apenas nunca se llega a escuchar la voz del pueblo palestino.

La Gran Marcha del Retorno llama a poner fin al bloqueo ilegal de
Israel y al cierre de la Franja de Gaza y a la realización del derecho
al retorno de la población refugiada palestina. Desde su lanzamiento
el 30 de marzo de 2018 en conmemoración del Día de la Tierra, la
Franja de Gaza ha presenciado cuatro semanas de protestas pacíficas,
continuamente encontradas con fuerza por parte de Israel, la potencia
ocupante. Las fuerzas de ocupación israelís continúan a recorrer al
uso excesivo, innecesario e intencional de la fuerza letal contra
manifestantes pacíficos, a pesar de que no representaban ninguna
amenaza inmediata. Los francotiradores colocados detrás de la verja
que bordea la Franja de Gaza han disparado para matar a manifestantes,
apuntando a la parte superior de sus cuerpos (a la cabeza y al pecho).

Desde el 30 de marzo, Al-Haq ha documentado 39 asesinatos entre la
población palestina por parte de las fuerzas de ocupación israelís en
la Franja de Gaza, 32 de ellos durante las protestas de la Gran
Marcha. Entre los asesinados, cuatro eran niños, como Hussein Madi,
quien recibió un disparo en el corazón mientras se manifestaba, tres
días antes de su 14º cumpleaños. Un periodista de 31 años, Yasser
Murtaja, también murió mientras cubría las protestas, a pesar de estar
claramente identificado como miembro de la prensa, lo que indica la
naturaleza indiscriminada de los ataques de Israel y de la práctica de
disparar para matar. Las escenas provenientes de Gaza en las últimas
cuatro semanas han provocado una condena generalizada, ya que expertos
en derechos humanos de las Naciones Unidas y la Corte Penal
Internacional han advertido que estos actos podrían constituir
crímenes de guerra, mientras que se han realizado peticiones para que
se realice una investigación internacional independiente sobre los 
asesinatos.

Se espera que la Marcha del Gran Retorno continúe hasta el próximo15
de mayo, en conmemoración de la septuagésima Nakba o "catástrofe" de
1948, cuando las fuerzas sionistas destruyeron 531 aldeas palestinas y
desplazaron a 800.000 palestinos de sus hogares y propiedades.
Alrededor del 70% de la población de la Franja de Gaza son refugiadas
palestinas. El derecho internacional reconoce su derecho al retorno,
de conformidad con la Resolución 194 de la Asamblea General, del 11 de
diciembre de 1948, que ha sido reafirmada más de cien veces, más que
cualquier otra resolución en la historia de las Naciones Unidas. Sin
embargo, el derecho internacional significará muy poco para la
población palestina, hasta que no vean aplicadas las resoluciones
sobre el terreno, y mientras su derecho inalienable a la
autodeterminación, que incluye el derecho de los y las refugiadas
palestinas a regresar, siga fuera de su alcance.

12 años de bloqueo

70 años después, a la población refugiada palestina se le niega el
derecho a regresar a sus hogares y pueblos de origen, mientras que el
sofocante cierre de Israel ha hecho que la Franja de Gaza sea
inhabitable. Casi doce años después de que Israel impuso su bloqueo
integral por tierra, aire y mar, reconocido como un castigo colectivo
ilegal, la población palestina en Gaza se ve obligada a vivir con tan
solo cuatro horas de electricidad al día, sin acceso a agua potable ni
servicios esenciales, y sin poder viajar ni siquiera para tratamientos
médicos urgentes. En este contexto, la Gran Marcha de Retorno se ha
convertido en una de las últimas astillas de esperanza para los y las
palestinas, una llamada a la dignidad, al fin del bloqueo y al cierre
ilegal de Israel y de la realización del derecho de la población
refugiada palestina a regresar a sus hogares.

Después de siete décadas de refugio, cincuenta años de ocupación y más
de una década de bloqueo y cierre ilegal, la población palestina en
Gaza tiene poco que perder. Mientras se preparan para la quinta semana
consecutiva de protestas el próximo viernes, la comunidad
internacional debe garantizar que las voces palestinas se escuchen y
se cumplan sus derechos, mientras que debe desempeñar su papel para
responsabilizar a Israel por su impunidad de violaciones sistemáticas
del derecho internacional cometidas contra el pueblo palestino.

tomado de:
https://www.elperiodico.com/es/opinion/20180426/gaza-y-la-indiferencia
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