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martes, 28 de junio de 2016

'Soy judía, y quiero que la gente boicotee a Israel'

Rebecca Vilkomerson

Hay que hacerle rendir cuentas por sus abusos contra los derechos humanos

En 2009 estaba viviendo en Tel Aviv durante la Operación Plomo Fundido. En esa ofensiva, Israel mató a unas 1.400 personas palestinas en Gaza. Cuando pequeños grupitos salíamos a la calle para protestar contra la guerra, a menudo éramos atacados con huevos por los transeúntes. Cuando dejaba a mis hijas en el jardín de infantes, las madres y padres charlaban como si nada inusual estuviera sucediendo. Cuando me preguntaban qué había de malo, yo les decía que estaba profundamente angustiada por lo que estaba pasando apenas a 40 millas de nosotros. Su respuesta era un silencio incómodo, o una furiosa defensa de las acciones de Israel.
Yo quería hacer algo concreto para que las y los palestinos alcancen la libertad y los plenos derechos humanos. Entonces me metí en el movimiento de Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS). Este esfuerzo no violento, iniciado en 2005 por una amplia coalición de organizaciones de la sociedad civil palestina, es un llamado a la acción de la solidaridad internacional hasta que Israel respete el derecho internacional y deje de violar los derechos humanos palestinos. Pero no es fácil… El gobernador de mi propio estado, Nueva York, recientemente condenó al BDS mediante un decreto ejecutivo unilateral.
Siete años después, ha habido dos ataques horrendos más sobre Gaza. Unos 500 niños y niñas palestinas fueron asesinados en 2014. Aun cuando no hay bombardeos intensos, la población palestina de Gaza vive bajo el bloqueo. La que vive en Cisjordania está severamente restringida por la matriz de control israelí, que incluye puestos de control militar, detención administrativa [sin cargos ni juicio] y demoliciones de casas. Dentro de Israel, las personas palestinas con ciudadanía israelí viven bajo un sistema de desigualdad en materia de leyes y derechos. Fuera de Israel, las y los refugiados no pueden regresar a sus hogares.
Por supuesto, durante este tiempo también ha habido ataques contra civiles israelíes. Son un síntoma horrible de la prolongada ocupación y represión, como el propio alcalde de Tel Aviv, Ron Huldai, señaló después de un reciente ataque en la ciudad donde murieron cuatro personas judías.
Estoy convencida de que Israel no va a cambiar sus políticas hasta que la presión exterior sea imposible de ignorar. El BDS es un medio poderoso para empujarlo a actuar. Y durante el tiempo que he sido parte del movimiento, hemos tenidos éxitos crecientes. Importantes iglesias cristianas han retirado inversiones de compañías que lucran con la ocupación. Docenas de universidades estadounidenses han aprobado resoluciones de desinversión. Más de 100 artistas se rehúsan a actuar en Israel, y corporaciones multinacionales como G4S y Veolia se están retirando del mercado israelí.
En este tiempo, también se ha operado un cambio en la opinión pública. En 2015 una encuesta del Instituto Brookings reveló que 49 por ciento de los votantes demócratas aprueban imponer sanciones contra Israel por su construcción de colonias [en el territorio palestino]. Una encuesta de la firma Pew conocida el mes pasado mostró que por primera vez los demócratas liberales tienen más simpatía por Palestina que por Israel. En mayo, la firma de investigación Ipsos reveló que un tercio de la población de EE.UU. apoya el boicot, la desinversión y las sanciones a Israel hasta que respete los derechos palestinos.
Pero nuestros esfuerzos están siendo amenazados aquí en EE.UU. por una estrategia coordinada a nivel nacional y bien financiada por el gobierno israelí y sus lobbies. En el último año, 22 estados han presentado o aprobado leyes anti-BDS. Muchas de estas medidas han ilegalizado las relaciones comerciales con empresas que apoyen el BDS. El gobernador de Nueva York, Andrew Cuomo (demócrata), ha redoblado esa estrategia con un decreto ejecutivo draconiano que crearía una lista negra de empresas y organizaciones que deciden no invertir en Israel o abogar por el BDS. El decreto de Cuomo eludió el legislativo estatal, donde la oposición de quienes apoyan los derechos palestinos y la libertad de expresión –incluyendo muchas integrantes de Voz Judía por la Paz– había bloqueado con éxito las propuestas de legislación anti-BDS.
Eso está mal. Hacer responsable a un estado por sus violaciones del derecho internacional y los derechos humanos no es discriminación. El Estado de Israel no es lo mismo que el pueblo judío.
Aquellas hijas a las que llevaba al jardín de infantes en Tel Aviv en 2009, son ahora estudiantes de secundaria en Brooklyn. Si como ciudadanas israelíes eligen algún día vivir en Israel/Palestina, espero que sea un lugar donde todas las personas, judías y palestinas, puedan vivir en igualdad y libertad. Considero que el BDS es la mejor herramienta que tenemos para hacer realidad ese sueño. En el futuro recordaremos estos esfuerzos por legislar contra el BDS como los últimos intentos desesperados de proteger a Israel contra la tan necesaria presión para que cambie sus políticas. Cuomo se ha parado en el lado equivocado de la historia.
Acerca del autor: Rebecca Vilkomerson es Directora Ejecutiva de Jewish Voice for Peace.
Fuente: Rebecca Vilkomerson, Washington Post / Rebelión (Traducción: María Landi)

sábado, 11 de junio de 2016

Sobre la cárcel llamada Palestina


por JOSÉ ERNESTO SCHULMAN
 
 
La estrategia de encarcelar como modo de dominación
Si la estrategia de expansión colonial se descubre en las acciones sistemáticas e integradas que hagan insoportable la vida de los palestinos en su territorio, como intentamos explicar en el texto sobre la guerra del agua[1], la estrategia de dominación tiene  uno de sus centros en el sometimiento de una alta porción de la población palestina a la prisión política en condiciones extremas (que constituyen tortura en sí misma) y por largos periodos de tiempo, de modo tal que haya siempre una proporción alta de la militancia entre rejas con el múltiple efecto imaginado: sobre el prisionero, su familia, su entorno social y la sociedad palestina toda.
Desde el comienzo de la ocupación israelí del Territorio Palestino en 1967, más de 750.000 ciudadanos palestinos han sido detenidos. Entre ellos, 15.000 mujeres y decenas de miles de niños.  Desde el año 2000 hasta este día, más de 85.000 casos de detenciones han sido registrados. Entre ellos más de 10.000 son niños (menores de 18 años) y aproximadamente 1.200 son mujeres, más de 65 ministros o miembros del Consejo Legislativo Palestino y más de 24.000 bajo detenciones administrativas[1] que pueden renovarse varias veces.  Durante los últimos cuatro años, ha comenzado a quedar claro que los niños palestinos son objetivos de detenciones. Se registraron más de 3.755 casos de detenciones a niños, de los cuales 1.266 ocurrieron durante 2014. Durante el primer trimestre del año en curso, más de 200 casos de detenciones a niños han sido registrados sin consideración a su edad o debilidad física y sin atender a sus necesidades básicas. Han sido tratados duramente, torturados, sus derechos humanitarios básicos negados, sentenciados y condenados a prisión, multados y confinados en sus hogares. Más de 95% de los niños liberados de las cárceles aseguran que han sufrido torturas y maltrato durante el interrogatorio y la detención. Estas acciones suponen una amenaza real a la niñez palestina y su futuro.
Más de 7000 presos políticos se encuentran aún en las cárceles de la ocupación israelí.  Entre ellos 478 condenados a cadena perpetua una o varias veces, 70 mujeres, 104 niños menores de 16 años, 414 niños menores de 18, 715 bajo el régimen de Detención Administrativa, tres miembros del Consejo Legislativo Palestino, 1500 enfermos de los cuales 80 están en grave estado de salud, 30 están detenidos desde antes de los Acuerdos de Oslo de 1994, 459 con sentencias de más de veinte años, 16 pasaron más de 25 años en prisión tal como Karim Younis y  Maher Younis que hace 33 años ininterrumpidos que están en la cárcel y 65 de ellos siguen en prisión a pesar de haber cumplido condenas de 20 años..  Los presos políticos palestinos están distribuidos en 22 cárceles y centros de detención israelíes, las más destacadas son Nafha, Remon, Asqalan, Beir Sabee, Hadareem, Jalbou, Shata, Ramlah, Damoun , Hasharoon, Hadarim, Naqab, Ofar y Majedo.[2]
 
Nuestra experiencia directa
Durante los días que estuve en Palestina, la cuestión de los presos políticos se imponía en cada encuentro.  Difícil encontrar algún dirigente social o político que no haya pasado por alguna forma de encierro y más difícil que en las entrevistas en los campos de refugiados, las barriadas de Jerusalén Oriental o los movimientos sociales de Cisjordania no surgieran referencias muy directas a los presos políticos.
El autor de estas líneas tiene alguna idea de la cuestión.  Tuvo su propia experiencia de permanencia en un centro clandestino, La Cuarta de Santa Fe, y una cárcel, Coronda; además durante algunos años, bajo la dictadura, trabajó como receptor de denuncias en la sede de la Liga de Rosario, en la mítica Ricardone 74, y en los últimos diez años ha compartido con los equipos jurídicos de la Liga la participación en decenas de juicios donde ha escuchado cientos de testimonios sobre los centros y las cárceles de la dictadura.
Lo primero que debo decir que todo fue rebasado en Palestina.  Por el número (se calcula que el 40% de los palestinos varones han pasado por la cárcel desde 1967) y por la perversión industrializada.  Los organismos defensores de los derechos humanos del pueblo palestino han identificado más de cien técnicas de tortura.
De ellas nos habló Yacoub Odeh, miembro del Consejo Directivo de Addameer (la entidad que nos invitó y organizó la gira política por Palestina) quien pasó diecisiete años en prisión por ser parte de la resistencia a la ocupación militar de 1967 y quien, por las razones ya explicadas de solo contar con “permiso de residencia” hace más de siete años que no puede salir de Jerusalén.
El testimonio de Yacoub Odeh es casi insoportable de receptar:  hasta le arrancaron el cuero cabelludo y los daños que recibió en las interminables sesiones de tortura todavía se muestran a flor de piel.  Sin embargo, ni una sombra de odio hay en su discurso donde abundan reflexiones humanistas y la convicción de que solo ganando una parte de la sociedad israelí y buena parte de la opinión publica mundial se podrá encontrar salida a la aparente encerrona del “conflicto”
En un barrio palestino de la Jerusalén Oriental visitamos la familia de Majd Barbar; él está preso desde hace quince años acusado de instigar la Segunda Intifada del 2000.  Tomamos te con su compañera y sus dos hijos, de dieciséis años el muchacho y de quince años la muchacha.  Ambos vestidos al modo occidental, estudiantes de una escuela católica que les permite estudiar a pesar de que ellos son musulmanes no practicantes. La niña no más que intentó decir algo que se emocionó tanto que salió corriendo de la habitación donde estábamos. Su madre la disculpa y explica que todavía está conmovida por un hecho extraordinario: por primera vez en quince años de encierro de su padre la han dejado darle un abrazo, tocarlo, y sacarse una foto.  Sería la segunda que tiene con su padre (a dos semanas no se la habían dado y podría ocurrir que la seguridad estatal decida que la foto es un peligro para la seguridad de Israel, así de absurdo y perverso es todo), en la primera ella tenía dos semanas y su padre quince años menos. La madre cuenta que cuando fue detenido su esposo también detuvieron su hermano y que en una ocasión, cuando ambos ya tenían meses de detención la llevaron a ella para torturarla delante de ellos, para quebrar su voluntad de resistir.  Lo cuenta con la humildad y la naturalidad de quienes han hecho del patriotismo y la dignidad una opción de vida que no admite opción. Tiene prohibido trabajar en cualquier empresa israelí, pero ha conseguido empleo en una ONG de ayuda al pueblo palestino.  Su ilusión es que finalmente su marido salga (falta muy poco para el cumplimiento de la condena, pero eso no es ninguna garantía) y se preocupa por el estudio y salud de sus hijos.  Está particularmente temerosa de que el muchacho se enrede en alguna pelea con los israelíes que actúan como matones en las calles.  Los escupen y golpean, amparados en la policía israelí.  El muchacho explica que él se cruza de calle cuando los ve pero que ellos lo provocan, lo empujan. Se adivina el conflicto: el muchacho no tiene mucha más paciencia, la madre tiene terror a que lo encarcelen antes que salga el padre.
En el campo de refugiados de Ramalah, Al Jalazoon, nos encontramos con ese drama.  Resulta que Murad Nakhla está a punto de salir luego de quince años de prisión (todos son los presos de la Intifada del 2000, la Segunda Intifada) y la visita se programó porque en estos casos, los vecinos pintan murales, tiran luces de colores y todo el barrio se prepara para la recepción.  Eso lo vimos en el Campo de Refugiados Aída de Belén.  Pero aquí la fiesta se aguó.  La noche anterior a nuestra visita el Ejercito Israelí asaltó el Campo y allanó la vivienda de Murad Nakhla para detener a su hijo de quince años Osaid.  La autoridad militar israelí no proporcionó ninguna información y se sabe que está en “interrogatorios” donde seguramente será torturado salvadamente, sin que las sesiones tengan que ser filmadas o grabadas gracias a la gracia de la Corte Suprema Israelí que desafía la comunidad internacional y permite la tortura del Ejercito aún contra los niños.
El clima es tenso, dramático. Nuestro discurso se vuelve inútil. Tonto.
En un momento muy duro en Jerusalén, cuando nosotros repetimos el discurso de la solidaridad internacional, el muchacho nos preguntó qué podíamos hacer por su padre y nosotros dijimos que podíamos hacerlo más visible. Que podíamos protestar ante la embajada de Israel.  El nos preguntó si alguna acción nuestra podría obligar a Israel a liberar a su padre o algún preso y cuando le dijimos que no entonces él dijo que no podíamos hacer nada por él.
Seguramente que un análisis fino de la cuestión nos daría la razón y la idea de la acumulación de críticas y de acciones finalmente traerá algún resultado, pero creo que el muchacho, igual que aquel otro de Hebrón que agarró una piedra cuando el soldado le prohibió cruzar la reja para acompañarme hasta la Mesquita, está al borde de la paciencia, de la rebelión, aunque no tengan ni plan ni estrategia de victoria.
En el campo Al Jalazoon nos llevan de casa en casa.  Todos tiene familiares presos o asesinados por el Ejercito.  En todas está la foto de los compañeros en un sitio de honor.  Las madres de ellos son honradas como también lo son las madres de mártires y es algo muy profundo en la cultura palestina, árabe y musulmana.  Recuerdo algunos nombres.  Alí Safí asesinado por el Ejercito.  Khaled Safi preso desde hace años.
Los israelíes pretenden darle a toda su política de encarcelamiento masivo y sin causa una pátina de legalidad. Tienen todo un menú de opciones para encarcelar por que sí a los palestinos pero en todos los casos, fingen una instancia judicial.  Claro que no se aplican los derechos humanos del derecho internacional, ni siquiera el derecho que protege las acciones de guerra o las de las personas que quedan bajo dominio  de un ocupante militar.  No por casualidad Israel se niega a adherir a la Corte Penal Internacional y cuestiona toda labor de los organismos internacionales que sistemáticamente condenan su accionar.   El autoritarismo es tan perverso y cínico que han llegado a sancionar una ley que prohíbe la huelga de hambre, casi el único recurso que le quedaba a los presos para manifestarse. En efecto,  el 30 de de julio de 2015 la Knesset israelí (el parlamento) aprobó la “Ley para prevenir daños causados por Huelga de Hambre”, que permite la alimentación forzada de los palestinos en huelga de hambre en cárceles de la ocupación Israelí quitando el último recurso de ejercer la voluntad para los presos.
 
Junto a la abogada de Addameer, Farah Bayadsi, tuvimos la oportunidad de presenciar un juicio en la Corte Militar de Ramalah, adjunta a la Cárcel de Ofer.
Llegar al recinto fue toda una travesía. Cruzar una vez y otra y otra vez los controles militares.  Someterse a los chequeos, presentar una y otra vez los documentos para finalmente esperar en un patio alambrado el turno para entrar al momento de la apelación final.  El joven palestino llevaba un año en prisión, sus padres vinieron de Hebrón y estaban sentados solos en una pequeña sala.  La acusación era que había tirado una piedra contra un soldado israelí y eso constituye según el ocupante militar el delito de agresión a la autoridad y el fiscal pidió dos años y una multa de cuatro mil new   sheckel (la moneda israelí, aproximadamente unos mil dólares, una suma importante para la economía palestina) que de no pagarse aumentaba la pena.
La mayoría de los juicios se tramitan como los “juicios abreviados” de Argentina. La autoridad militar impone la situación de que si no se acepta la culpa del delito por el cual es acusado, la espera del juicio será mucho más que la posible condena.  De este modo, toda la discusión es sobre el monto de la pena y no sobre la inocencia o culpa del acusado.  La mayoría de los casos se constituyen con el testimonio del soldado o de los Servicios de Inteligencia como única prueba, suficiente para el “orden jurídico militar” que por supuesto presupone la credibilidad de la palabra militar y la falsedad del testimonio del acusado palestino.  El nivel de absoluciones es mínima y la pena por tirar una piedra oscila entre los dos a los cinco años.
Cinco años por tirar una piedra y pueden ser condenados hasta los niños.
La ley dice que solo pueden ser condenados a los 16 años, pero no prohíbe apresarlos antes y esperar que cumplan los años necesarios en prisión.
De todo esto hablamos mucho con el encargado de la autoridad palestina para los asuntos de los presos políticos, un cargo insólito para un funcionario de gobierno, pero Issa Qaraqa no se amilana y enumera las acciones que su oficina realiza: desde acciones de esclarecimiento de los derechos que le corresponden a los presos políticos hasta el sostenimiento de un equipo de abogados que intenta, en las condiciones más adversas por que la Justicia Israelí permite el uso de prueba secreta o que los compañeros lleguen al juicio oral sin haber visto al abogado, quien a su vez conoce la acusación en el momento mismo de la audiencia oral lo que convierte la labor jurídica en un burdo remedo del “debido proceso” y demás condiciones que hacen a un Estado de Derecho, que a todas luces Israel no respeta ni por asomo.
Quisiera terminar esta crónica con la opinión de una periodista israelí, Amira Hass,  publicada en abril de 2013, ante una seguidilla de detenciones de palestinos acusados de tirar piedras. . El artículo se titula: La sintaxis interna de las piedras palestinas y afirma:   “Lanzar piedras es el derecho y el deber de toda persona sometida a la dominación extranjera. Lanzar piedras es una acción tanto como una metáfora de la resistencia. Perseguir a los que arrojan piedras, incluyendo a los de 8 años de edad, es parte inseparable -aunque no siempre explícita- de los requisitos laborales del gobernante extranjero; no menos que disparar, torturar, robar tierras, restringir la libertad de movimiento y asegurar la distribución desigual del agua.  La violencia de los soldados de 19 años de edad, de sus comandantes de 45, y de los burócratas, juristas y abogados, es dictada por la realidad. Su trabajo consiste en proteger los frutos de la violencia intrínseca en la ocupación extranjera: recursos, lucro,  poder y privilegios. (…) A menudo el lanzar piedras es producto del aburrimiento, el exceso de hormonas, la emulación, la jactancia y la competencia. Pero en la sintaxis interna de la relación entre el ocupante y el ocupado, el lanzamiento de piedras es el adjetivo que acompaña al sujeto: “Ya hemos tenido suficiente de ustedes, ocupantes”.
Otro israelí, Guideon Levy,  comentó el texto diciendo  que el comentario de Hass fue publicado pocos días después que los judíos leyeran la Hagadá [lectura de Pascua], que relata su historia de liberación, “una lucha que incluyó calamidades mucho más terribles que las piedras lanzadas contra los que les negaban la libertad. Generaciones de judíos leen este texto con temor y asombro, y se lo narran a sus hijos. Pero no están dispuestos a aplicar la misma regla básica (…) según la cual la resistencia, incluyendo la resistencia violenta, es el derecho y el deber de toda nación oprimida”; porque “En la experiencia israelí está profundamente arraigada la idea de que lo que está permitido al pueblo judío está prohibido a los demás.” Levy afirma una verdad de Perogrullo, pero a menudo soslayada por los defensores de Israel: “La única manera de acabar con [la violencia] es poner fin a la ocupación.”[3]
En una entrevista con Ahmad Attoun, ex preso político y parlamentario por Hamas de Jerusalén Oriental, hoy expulsado de su vivienda y radicado en Ramalah, dijo algo parecido: “la etapa actual del movimiento de liberación nacional palestino es terminar con la ocupación militar, así se podría discutir democrática y con total libertad el modo de organizar el estado palestino y el tipo de sociedad que los palestinos quieren para sí”.
Es que lo primero es lo primero y no tengo ninguna duda que en Palestina, lo primero es terminar con la ocupación militar, causante de todas las injusticias y desigualdades, de la prisión política y de las políticas de apartheid que no solo denigran y humillan al pueblo palestino que la sufre, también denigran y degradan a la parte del pueblo de Israel que las consiente y aprueba.  Hay otros israelíes que resisten la ocupación y la fascistización de Israel pero su valiente lucha amerita otra crónica palestina: la de los que construyen la paz a pesar de todo.

domingo, 5 de junio de 2016

Muhamed Ali y las religiones

A través de los años mi religión ha cambiado y mi espiritualidad ha evolucionado. La religión y la espiritualidad son muy diferentes pero la gente las confunde. Algunas cosas no pueden ser conceptualizadas, pero estas pueden despertar en el corazón. Espiritualmente es reconocida la divina luz que está en todos nosotros. Esta no pertenece a ninguna religión en particular, esta pertenece a cada uno de nosotros. Nosotros tenemos al mismo Dios, solo que le servimos en forma diferente. No importa que seas un musulmán, un cristiano o un judío. Cuando tu crees en Dios, tu debes creer que toda la gente es parte de una misma familia. Si tu amas a Dios, tu no puedes amar solo a algunos de sus hijos. Cassius Clay/Muhamed Ali. Mi conclusión, Benjamin Netanyahu y la parte siniestra de los sionistas, reniegan de Dios, porque quieren la extinción de los palestinos.

“Over the years my religion has changed and my spirituality has evolved. Religion and spirituality are very different, but people often confuse the two. Some things cannot be taught, but they can be awakened in the heart. Spirituality is recognizing the divine light that is within us all. It doesn’t belong to any particular religion; it belongs to everyone. We all have the same God, we just serve him differently…It doesn’t matter whether you’re a Muslim, a Christian, or a Jew. When you believe in God, you should believe that all people are part of one family. If you love God, you can’t love only some of his children.”

Read more: http://forward.com/culture/341941/the-secret-jewish-history-of-muhammad-ali/#ixzz4AjQCd0Nb

jueves, 2 de junio de 2016

Israel, democracia selectiva, para judíos y nadie más

ENTREVISTA A ILLAN PAPPÉ: ISRAEL ES UNA DEMOCRACIA SÓLO PARA LOS 
JUDÍOS, IGUAL QUE LA DE SUDÁFRICA ERA SÓLO PARA LOS BLANCOS

Hace algunas semanas, cuando debí escribir sobre la próxima llegada de 
Ilan Pappé a nuestro país , enfrenté un problema a la hora de comenzar 
el artículo. Estaba consciente de que, aún cuando este académico 
israelí posee reconocimiento internacional, debía comenzar 
presentándolo a todas las personas en Chile que, probablemente, nunca 
habían oído hablar de él. 
Fue así como comencé el escrito con la siguiente frase: "No es fácil 
describir a Illan Pappé".
Illan Pappé
En aquél momento, me enfrenté a la tentación
 de recalcar que se trata de un israelí que cuestiona las bases ideológicas del Estado de Israel, un hecho bastante "decidor" por lo demás. Pero también sentí la necesidad de recalcar que se trata de un intelectual altamente valorado y de mencionar que sus libros no sólo están a la venta en las librerías de los países árabes, sino que también en las tiendas de naciones hispanohablantes como Argentina, al otro lado del mundo.

En aquél momento decidí partir el escrito haciendo hincapié en que 
Illan Pappe pertenece al grupo de los "nuevos historiadores" 
israelíes, aquellos líderes académicos que se han atrevido a 
desclasificar los archivos más importantes de la historia moderna de 
Palestina e Israel. Hoy, después de haber tenido la oportunidad de 
entrevistarlo, simplemente comenzaría diciendo que se trata de un 
hombre, común y corriente, con una conmovedora calidad humana y gran valentía.

"Siempre pensé que la palabra Nakba no era la palabra correcta para 
describir lo que sucedió en 1948. Nakba significa "catástrofe" e 
incluso un terremoto puede serlo. Creo que una mejor forma de 
describirlo es como una limpieza étnica: un plan sistemático y 
premeditado, con culpables", dijo Pappe ante cientos de personas en el 
Club Palestino de Santiago, la casa social de la diáspora palestina 
más grande fuera de mundo árabe. "Mi familia, por ambos lados, fue 
eliminada por los nazis en Alemania", señaló el autor, "Creo que el 
precio que he tenido que pagar por pensar distinto al resto de los 
israelíes, no es más alto que el sufrimiento de los palestinos", agregó.

Durante aquél encuentro, Pappe hizo un recorrido histórico por la historia reciente de Palestina e Israel, pero también liberó opiniones sobre temáticas actuales como las negociaciones de paz, el sionismo e incluso el Estado Islámico.

"Las negociaciones son sólo más inmunidad para Israel ante la 
Comunidad Internacional. Se trata de una táctica muy inteligente que 
les da tiempo para llevar a cabo la limpieza étnica, mientras hacen 
diplomacia", señaló el profesor de la universidad británica de Exeter. 
Por tanto, el académico se atrevió a hacer propuestas para la solución del conflicto: Asumir que en 1948 hubo un crimen a la humanidad, encontrar una forma de reparar ese crimen a través del Derecho al Retorno de los refugiados que quieren volver a su hogar y en caso de que suceda esto, pedirle a los palestinos y al resto del Mundo Árabe que acepte a a población judía como parte orgánica y natural que actualmente reside en Medio Oriente.

A continuación, un adelanto de la entrevista que podrán ver completa el próximo lunes, a través del programa de TV "Palestina Por Siempre"


¿Es Israel un Estado de Apartheid? Y si lo es: ¿Por qué a la comunidad internacional e incluso a la población civil, les ha costado tanto aceptarlo?

"Primero que nada, yo creo que de muchas formas Israel es un Estado de 
Apartheid. Algunos palestinos viven bajo una situación que podría 
considerarse mejor que las condiciones de vida en Sudáfrica, pero 
también hay otros que incluso viven de peor forma que los sudafricanos 
en esta época. Pero la ideología del Estado en sí es una ideología de 
Apartheid. 

Es muy difícil para el mundo occidental aceptar esto, porque fue el 
mundo occidental el que creo al Estado de Israel a expensas de 
Palestina para poder compensar los crímenes contra los judíos durante 
la Segunda Guerra mundial. Entonces, es difícil para Occidente admitir 
que están apoyando un Estado de Apartheid".

Usted ha planteado que está más inclinado hacia una solución de un Estado con igualdad de derechos para todos. ¿Qué cree que debería cambiar en la sociedad israelí y en la palestina para que eso pudiera pasar? 

"Cuando hablamos de una solución de dos Estados no estamos 
reconociendo dos realidades que son vitales: la primera es que Israel 
es un Estado colonial y lo segundo, es que no es un conflicto entre 
dos movimientos nacionales sino que es un conflicto entre un ocupante 
colonial y un ocupado. Una vez que se comprende esta realidad, podemos 
ver claramente a Sudáfrica como un modelo y no así Yugoslavia, ni 
India, ni Pakistán. 

Por otra parte, es importante darse cuenta que ya hay un sólo Estado. 
Es un sólo Estado porque al final Israel lo controla todo. Entonces, 
lo que estamos buscando es un cambio de régimen... No la paz, sino que 
un cambio de régimen hacia uno democrático con igualdad de derechos 
para todos. Sin embargo, los políticos al rededor del mundo creen que 
la "democracia para todos" iría en contra de la esencia del Estado de 
Israel y por tanto, sería "antisemita". Entonces, si uno cree en la 
democracia en todo el resto del mundo ¿Por qué se va a negar esa 
democracia a los palestinos y a los judíos en el futuro?".

Israel usualmente se muestra a sí mismo como la "única democracia en 
medio oriente". ¿Cree usted que efectivamente Israel es una democracia 
con libertad de expresión? ¿Sintió temor alguna vez por pensar distinto?

"Primero que nada, Israel es una democracia sólo para los judíos, no 
para los palestinos. Igual que la democracia de Sudáfrica que era sólo 
para los blancos... Los judíos como yo que cuestionan la ideología no 
tienen permitido decir lo que quieren: a mi me echaron de mi 
universidad por decir lo que decía en el año 2007.
A nivel académico, Israel no es una democracia... Es un Estado étnico 
y colonialista que construye asentamientos y que niega los derechos 
básicos del pueblo palestino. Incluso, algunos palestinos que viven 
relativamente bien, como los palestinos dentro de Israel, siguen 
siendo ciudadanos de segunda clase"

Sabemos que usted es un promotor del Boicot (BDS). ¿En qué medida real cree usted que el Boicot puede dañar al estado de Israel? Y ¿Por qué cree que el común de las personas le teme a la palabra "boicot" y lo ve como una política agresiva?

"En primer lugar, yo creo que el BDS es un éxito muy grande y, 
realmente, ha afectado la opinión pública. Es lo único que le preocupa 
hoy en día a Israel...Ni si quiera tanto como las bombas nucleares de 
Irán y de hecho, es así, porque el BDS hace que Israel pierda su 
justificación moral. Por tanto, el BDS es una campaña muy importante 
que eventualmente va a modificar la realidad en terreno.

¿Por qué la gente tiene miedo? Bueno, ustedes conocen mejor su 
realidad que yo...Chile es una sociedad conservadora y a los 
conservadores no les gustan los cambios, ni desafiar a nadie. Pero 
creo que es importante no tener miedo...

Para nosotros, los académicos en Medio Oriente, Chile ha sido un 
modelo de una sociedad que realmente puede cambiar y por lo mismo, es 
que queremos que Chile pueda liderar el camino en nombre de la 
Humanidad, de los Derechos Humanos y en apoyo a los palestinos.

Algunas personas boicotearon a Japón por cazar ballenas, otras han 
boicoteado a Nestlé por vender leche en mal estado a las madres de 
África. Entonces, el boicot es un medio democrático y legítimo para 
mandar un mensaje desde la población civil hacia las autoridades. 
Cuando utilizas el boicot contribuyes directamente a las posibilidades 
de paz y reconciliación".

Fuente: Escrito por Stephanie Rabi para Federación Palestina de Chile

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