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domingo, 28 de agosto de 2016

¿Cómo desmiente la historia que Israel sea el "pueblo elegido"?

Ramsés Ancira Saba


El argumento colonizador de que Israel es el "pueblo elegido" y que por ello debe apoderarse de todo el oriente medio empezando por Palestina, no tiene respaldo histórico. Para empezar, porque aún si consideramos  su pensamiento místico, lo primero que habría que preguntarse es porque Ds, así sin vocales y de acuerdo a la religión judía, no formó su muñeco de barro y lo amalgama con saliva divina en la península de Sinaí sino en el cuerno de África, de donde procede Lucy.

Eso de ser el pueblo elegido está muy bien para levantarse el ánimo ante el también proverbial sentimiento de culpa que históricamente ha acompañado a los descendientes de Abraham, y que ahora (agosto de 2016) está más que justificado con un presidente que debe producir vergüenza, como el tal Benjamin Netanyahu, pero la historia hasta ahora conocida, no respalda este argumento.

Vayamos a los conocimientos históricos.

Para empezar y aunque se molesten los creacionistas, sean o no judíos, lo que hasta ahora conocemos como los restos más antiguos de un homínido aparecieron en África, se trata de un ejemplar femenino al que calificaron científicamente como Australopitecus Afarensis. La descubrió Donald Johanson el 24 de noviembre de 1974 y no le puso Adán, sino Lucy;  y no se inspiró para ello en la Biblia, sino en los Beatles y su canción sobre el LSD Lucy in the Sky With Diamonds.


Los restos de Lucy, a diferencia de otros hallazgos arqueológicos realizados por estadounidenses, no fueron robados. Se conservan en una caja fuerte en Adís Abeba, la ciudad etíope  cercana al lugar donde fueron encontrados. Posteriormente se localizaron en un área cercana otros restos correspondientes a niños ¿será evidencia de que vivían en tribus? y si es así ¿lo interpretamos como manada o como la primera forma de asociación humana? Una familia quizá.

Pero ¿Por qué Australopitecus si Australia se encuentra en otro continente, o incluso es un continente por sí mismo? Detengámonos antes en el hecho de que Lucy, a diferencia de Adán es una hembra. Luego entonces la primera mujer no fue hecha de la costilla del que iba a ser su consorte, sino que primero fue la mujer. ¡Pausa para aplausos feministas! ...Gracias.

El viaje de los primeros homo sapiens para esparcirse por África ocurrió hace unos 200 mil años. Les tomó otros 140 mil años hacer el camino costero por el llamado Continente Negro, para llegar a Australia hace unos 50 mil años;  luego regresarían a Europa, como neandertales, hace 40 mil años. La última glaciación ocurrió hace 25 mil años y el hombre entra a América por el estrecho de Bering, según la teoría más aceptada, hace aproximadamente  15 mil años. En Yucatán, los restos de Naia, fueron datados con una antigüedad de entre 12 mil y 13 mil años.   El calendario judío, que se supone inicia con Adán, va en el año 5,776 al momento de escribir estas notas. Esto significa que, como el calendario occidental,  es una invención humana, sin apego a la historia del hombre sobre la Tierra.

Pues sí, señoras y señores, otra vez en México los restos más antiguos de los que se tiene conocimiento son de una señorita y no de un varón. Pero que no nos vaya a dar soberbia porque en Pedra Furada, Brasil se hallaron otros restos, también de características femeninas y génesis africana que podrían tener más de 30 mil años ( Guidon, Niède y G. Delibrias. 1986 "Carbon-14 dates point to man in the Americas 32 000 years ago"; Nature 321: 769-771.)

Los humanos más antiguos que se conocen como tales y donde parece que menos transformación genética sufrieron hasta el Siglo XXI, parecen ser los de los aborígenes australianos. La teoría entonces es, que del llamado Cuerno de África, las primeras migraciones ocurrieron hacia Australia y no hacia el Sinaí, estas iban a tardar al menos otros 180  mil años y varias civilizaciones y epopeyas después, incluido el Diluvio Universal que no es una creación de la Biblia, sino que aparece en varias naciones y relatos de otras culturas, como en la Epopeya de Gilgamesh.

El Jardín del Edén, cuna de la humanidad según la religión judía, habría estado ubicado en algún lugar de lo que los griegos llamaron Mesopotamia, entre los ríos Eufrates y Tigris; pero en términos históricos este sitio tardó miles de años en ocuparse, antes debieron llegar migraciones procedentes de la India y de Europa del Norte para integrar al pueblo Asirio, milenariamente anterior al hebreo.

Con la invención de la agricultura, hace unos 12 mil año,s surgieron las primeras ciudades que hasta ahora conocemos, Ur, Uruk, Eridu. De esta zona procede Abraham, reconocido tanto por las religiones judía, como por la islámica.

Si la palabra es un don divino, habrá que reconocer que quienes primero la convirtieron en signos impresos fueron los sumerios, rayando con púas el barro, primero, y luego imprimiendo con cuñas en el material fresco, de ahí la palabra cuneiforme.

Esto ocurrió unos 3 mil años antes de nuestra era cristiana, por tanto, 5 mil años antes del presente.

Pero sin precisar años, porque aún los investigadores no se ponen de acuerdo ni siquiera en cuál es la técnica más precisa para fechar restos orgánicos, puntas de flecha y otras herramientas, sabemos que nada más en Pedra Furada, Brasil, existen pinturas rupestres de mujeres dando a luz, mucho más antiguas que el tiempo fijado por el calendario judío.



Ah, pero Marx nos libre de querer que el lector concluya con un pensamiento antisemita (contra los descendientes  de Sem porque semitas son todos los pueblos del medio oriente, iraníes e iraquíes y sirios y palestinos, también los judíos por cierto) No. De Trotsky a Gene Rodenberry, el creador de Viaje a las Estrellas, pasando por Charles Chaplin, abundan los judíos que conciben al hombre como un ser por encima de clasificaciones raciales, sin distinguir entre pueblos elegidos y otras paparruchas.

Ni siquiera vamos a ponernos en el extremo del materialismo histórico y vamos a conceder y acordar con todas las religiones monoteístas: con musulmanes, judíos, católicos, protestantes y cristianos, en la posibilidad de una creación divina. Pero también vamos a los hechos que nos da la historia, y desde Lucy, las venus prehistóricas, la mujer de Pedra Furada y Naia, nuestra adolescente yucateca observamos que Ds primero debe haber creado a la mujer, y sólo hasta unos miles de años más tarde los hombres, machos o masculinos, según prefiera,  inventaron las religiones como una forma de sometimiento y justificación política. 

Una persona a la que aprecio, Daniel Meschoulam, me ha expresado una teoría interesante, dice que deberíamos dejar a los dirigentes religiosos, tanto judíos como musulmanes, que tuvieran una conferencia de paz y así encontrarían,  tanto en el Talmud como en el Corán, la forma de resolver sus diferencias en el Medio Oriente, si no tuvieran enmedio a políticos que se encargan de agudizarlas.

Porfirio Muñoz Ledo, por su parte, expresó hace muchos años que si árabes y judíos, con su ancestral vocación comercial, unieran fuerzas, formarían un bloque comercial que fácilmente superaría a cualquier comunidad económica europea o americana.

Concluyamos con Voltaire:

"Lo maravilloso de la guerra es que cada jefe de asesinos hace bendecir sus banderas e invoca solemnemente a Dios antes de lanzarse a exterminar a su prójimo."

sábado, 6 de agosto de 2016

Testimonio de vida en un campo de concentración

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Nota del editor: Si los judíos conocemos lo peor del horror de los campos de concentración ¿por qué los permitimos en Gaza, Cisjordania y otros territorios ocupados?



Reproducción con autorización de ©EnlaceJudíoMéxico

Fragmentos, asociaciones y migajas de recuerdos

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BEDRICH STEINER SALZ
No es ninguna distinción o condecoración ser sobreviviente.
No siempre sobrevivieron los mejores.
Había escritores, científicos, músicos, gente destacada, talentosa, valiosa, hasta famosa y no están con nosotros.
¿Por qué unos sí y otros no?
¿Quién dirigió y movió estos destinos?
¿A qué se debió, bajo qué criterios se decidió?
No tengo la respuesta.
Tampoco creo que la habrá.
Probablemente todos los que sobrevivieron el Holocausto conocen íntimamente este indescriptible sentido de impotencia y frustración de no poder revelar satisfactoriamente los sentimientos y vivencias de aquella época.
En este sentimiento nace la sensibilidad y atención con que  pensamos o valoramos cada palabra, cada intento de describir la tragedia de nuestras generaciones en aquellos años.
A pesar de todo intento, siento yo, que no lo logré. Por esto que me perdonen los que saben escribir, que me perdonen los literatos que saben usar las palabras y expresiones y otros que escribieron mejor sobre estos horrendos años, pero en primer plano que me perdonen aquellos que vivieron conmigo esta época.
Espero que las migajas de mis recuerdos sirvan en parte para el recuerdo y memoria de aquellos que no sobrevivieron.
No fui capaz de reconstruir un relato contínuo, analítico  o descriptivo así que mi pequeño escrito sirva como piedrita que se pone sobre la tumba de los muertos. Piedrita con piedrita, para que el túmulo de estas crezca y se eleve más y más, hasta las alturas y nunca desaparezca de nuestras memorias.
PARTE I/ HISTORIA DE UNA CANCIÓN
Bedrich-Steiner-2

Todos tenemos alguna canción preferida que nos gusta. En estos momentos no me refiero a las canciones de ahora, de moda, sino a alguna canción de antes que dejamos de oír hace mucho, mucho tiempo y de repente la volvemos a escuchar.
En este momento recordamos cuando la oímos por primera vez y muchas otras cosas. Yo también recuerdo cuando vuelvo a escuchar una vieja canción en yidish.
En mi casa nunca la oí cantar. No se cantaba ni hablaba en yidish. La oí mucho después y en situaciones muy diferentes. El yidish era considerado, con el perdón de los que lo hablan, en el ambiente de mi niñez, como el idioma de los judíos pobres. Los parientes lejanos de oriente de Europa, que todavía no salían de los ghettos, de las costumbres arcaicas, los que todavía no entraban en la modernidad.
Mis padres hablaban checo, pero también perfectamente en alemán. Idioma de grandes filósofos y escritores. Idioma al que se tradujo el Antiguo Testamento por primera vez a un idioma moderno. Praga y casi todo el país era bilingüe. En especial Praga se enorgullecía como lugar, donde se dice, se hablaba el mejor alemán y esto a pesar que era una ciudad checa. Era alemán más limpio, sin dialectos regionales como en muchas partes de Alemania, Austria o Suiza. Se hablaba lo que los mismos alemanes  llaman “Hochdeutsch” el “alto alemán” o el lenguaje de la clase culta. Había y radicaban en Praga muchos escritores, también judíos que escribían en alemán y llegaron a tener fama mundial. Max Brod, Kafka, Mendelson, Rilke, Meyering, Paul Eisner, Willy Haas, Martin Buber y muchos otros, quienes con excepción de Franz Kafka no son tan conocidos en el ambiente hispanoparlante.
Pasaron años y en el tiempo de la guerra, en el campo de concentración rodeado en su mayoría de polacos y judíos, empecé a oír y entender el “yidish”.
Lo que más me llamó la atención en este idioma tan peculiar eran sus canciones. Entre ellas una que más recuerdo y que más se me grabó. Cuando la vuelvo a oír lloro otra vez como en aquel entonces.
Es raro y a la vez común, que escuchando una canción nos llenamos de sentimientos extraños, recordando lugares  y emociones pasadas con tanta profundidad que hasta a nosotros mismos nos sorprende.
Así veo esos hombres, sin caras, sin rostros, en medio de la obscuridad, sentados o inclinados sobre las tierras, amontonados en el espacio reducido. Medio cantada, medio murmurada, de repente brotó esta canción.
La cantaban hombres que se odiaban  y se maldecían a sí mismos. Ahora cataban esta triste y melancólica canción “Yidishe Mame”.
Estamos en el bloque del “Sonderkomando, el “Comando Especial”. El bloque-barraca de los párias del campo, de los excluídos y rechazados, paradójicamente algo mejor tratados. Eran judíos y trabajaban en las cámaras de gas, más bien cerca de ellas, en los crematorios. Fueron ellos los que hacían el peor trabajo. Sacaban a los muertos de las cámaras de gas, los transportaban y quemaban en los hornos.
Nosotros los visitamos a veces, a escondidas, vivíamos en otras barracas, pero cerca. Éramos unos chiquillos, más niños que adolescentes. Probablemente por esto teníamos, hasta cierto grado, un lugar algo especial en el campo de los hombres. Éramos vistos con cierta curiosidad. Por primera vez sucedió que como niños, ni fuimos enviados directamente a las cámaras de gas y pudimos compartir la vida con los adultos. Nunca había sucedido tal cosa. Ni antes, ni tampoco después. De unos noventa muchachos quedan unos pocos.
Así pudimos visitar, curiosos, la baraca del “Comando Especial”, Sonderkomando. Nos recibían bien, algunos platicaban cosa horribles, algunos sacaban de sus ropas algo de comer. Unos nos enseñaban bolsas llenas de dientes de oro extraídos de los cadáveres, creyendo o confiando que algún día, quizá, lograran salir o escapar vivos y que les pudieran ser útiles.
La noche nos cubría y la canción se esparcía y nos envolvía a todos. También a estos hombres estas ruinas humanas. Cantaban esta canción lenta y triste, y se convertían otra vez en niños, abrazando las faldas de sus madres o inclinando sus cabezas en las rodillas calientes y suaves de ellas.
La cantaban los mismos hombres que todos los días cargaban miles de muertos. Los que desataban los cuerpos entrelazados entre sí, quienes veían a las madres apachurrando a sus hijos en momentos del calambre final; las manos y pies revueltos, hechos un montón de cuerpos desnudos. Estos hombres entonaban ahora esta triste canción “Yidishe Mame”, – y lloraban.
¿Qué pensaban, qué pasaba por sus mentes?
¿Las imágenes diarias o los recuerdos dulces y placenteros de su infancia?
¿Gritos y empujones en las entradas de las cámaras de gas, miradas espantadas, madres asustadas, procesiones que bajan al sótano hacia su destino final? Veían otra vez las escenas diarias que Dante no se imaginaba, llamas ardientes y el SS que vierte el bebé a ellas. El olor a carne quemada, los pelos cortados o sacando los dientes de oro a los muertos. Las caras de los muertos que hace unos minutos estaban todavía vivos.
¿Qué pensaban estos hombres ejecutores masivos contra su voluntad?
Ahora cantaban con voces bajas, tibias, esta triste  y melancólica canción. Estos hombres que lavándose las manos pensaban quizá cómo lavar sus mentes, sus conciencias. La cantaban odiándose y maldiciéndose a sí mismos. Ellos que decían que los últimos que entren a las cámaras de gas van a ser ellos. Ahora entonaban esta canción y la chispa humana y la ternura volvían a incendiarse en ellos.
Después volvía a reinar el silencio. Más denso o igual de expresivo que la misma canción. No había pláticas paralelas, intercambio de palabras. Tampoco miradas. Cada uno se encogía en sí mismo y se purificaba. Los hombres que se consideraban a sí mismos las peores bestias, dejaban de cantar y lloraban por dentro a la vez.
¿Qué sucedía, qué nos sucede? ¿Qué pasa en nuestra alma humana?
¿Qué transformación provoca una canción? ¿De dónde salieron de repente las imágenes y recuerdos de nuestras madres y del hogar materno?
¿Qué pasó que nos hemos transportado y cambiado a otra dimensión, otros tiempos y con otros sentimientos?
No lo sé, yo también me pregunté. De repente me siento con mi vieja máquina de escribir, y alentado por un amigo, trato de recordar.
Recuerdo a mi madre y a las madres de los demás. En los oídos me suena la melodía “Yidishe Mame”…
Canten conmigo por favor.
Reproducción con autorización de ©EnlaceJudíoMéxico

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