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miércoles, 3 de diciembre de 2014

Jerusalén, capital del apartheid

por JULIEN SALINGUE 

 Y de repente, los medios y los gobiernos occidentales pusieron cara de
descubrir que Jerusalén era una ciudad “en tensión”. ¿La prueba? Unos
palestinos que atacan a israelíes con la consecuencia de varios
muertos que deplorar....

Una vez más, difícil de creer en las lágrimas de cocodrilo de nuestros
dirigentes, por no hablar de las jeremíadas de los oficiales
israelíes: desde hace decenios, la política del estado de Israel en
Jerusalén es algo conocido y documentado; desde hace decenios, esta
política está guiada por tres principios: colonización, expulsión,
discriminación. Y suscita la revuelta, legítima, de los palestinos. 

 Una explosión anunciada

 “Los [recientes] acontecimientos en Jerusalén Este han estado
caracterizados por la expansión de la colonización y un número
considerable de casas demolidas y de palestinos expulsados. Israel
prosigue activamente, en la práctica, la anexión ilegal de Jerusalén
Este debilitando la comunidad palestina de la ciudad, impidiendo el
desarrollo urbano de los palestinos, y a fin de cuentas, separando
Jerusalén Este del resto de Cisjordania”.

Pero, ¿de quién emana pues esta constatación sin ambigüedad? De un
informe redactado ... en 2009 por los 28 diplomáticos de la Unión
Europea en funciones en Jerusalén. La versión actualizada de este
informe, en 2014, denunciaba “la aceleración sin precedentes de la
colonización” y alertaba: “Existe un riesgo significativo de que unos
incidentes en la explanada de las mezquitas [...] susciten reacciones
extremas tanto localmente como a través del mundo árabo-musulmán”. 

A finales del mes de octubre, el periodista israelí Gideon Levy se
preguntaba, en el diario Haaretz: “Las detenciones masivas en
Jerusalén, que no han despertado ningún interés en Jerusalén, la
invasión de colonos en los barrios árabes con el apoyo del gobierno y
de los tribunales, la negligencia criminal de la que la ciudad es
responsable -todo esto tendrá un coste. ¿Durante cuánto tiempo aún los
palestinos verán a sus hijos con temor a salir de su casa por miedo a
ser atacados en la calle por unos exaltados? ¿Durante cuánto tiempo
verán a sus hijos detenidos por tirar una piedra? ¿Cuánto tiempo
observarán el abandono de sus barrios? ¿Cuánto tiempo consentirán en
su expulsión tácita de la ciudad?”

Una cólera que viene de lejos

En definitiva, para cualquiera que observe aunque sea por encima la
situación de Jerusalén, no habrán sido ninguna sorpresa las actuales
“tensiones”. 

Tras la conquista militar de la parte árabe de Jerusalén
en 1967, las autoridades israelíes no han clasificado más que el 13%
de Jerusalén Este como “zona de construcción” para los palestinos,
contra el 35% para la colonización. Las colonias se han desarrollado a
gran velocidad (más de 200 000 colonos hoy) mientras que los
palestinos recibían los permisos de construir en cuenta gotas. A lo
largo de los diez últimos años, han obtenido menos de 200 por año,
cuando tienen necesidad de diez veces más para absorber el crecimiento
de la población. Construyen pues de forma “ilegal” y se exponen a
demoliciones: más de 1200 edificios destruidos desde el año 2000; más
de 80 000 palestinos de Jerusalén viven hoy en viviendas consideradas
como “ilegales” por Israel y están bajo la amenaza de una orden de demolición.

Los palestinos de Jerusalén tienen un estatus jurídico particular: son
portadores de una “carta de residente” que les permite, entre otras
cosas, votar en las elecciones municipales o trabajar en Israel. Pero
la obtención, la conservación o la renovación de esta carta es un
verdadero viacrucis, y numerosos palestinos pierden su estatus de
residente cada año: dossier incompleto (doce documentos
administrativos son necesarios en ciertos casos), ausencia prolongada,
condenas penales... todos los motivos son buenos para despojarles de
su status de residente. Desde 1994, 11 000 palestinos han perdido este estatus. 

 No se sabe si reír o llorar cuando se oye a un oficial israelí
rebelarse contra las recientes “violencias” palestinas y declarar sin
pestañear: “es preciso que la coexistencia pacífica entre judíos y
árabes continúe en Jerusalén”. La ciudad ha sido objeto, desde hace
decenios, de una política de judaización, con el objetivo de oponerse
a toda reivindicación de soberanía palestina sobre lo que Israel
presenta como su “capital una e indivisible”. Ninguna sorpresa, a
partir de ahí, en que los palestinos de Jerusalén se rebelen
regularmente, como ocurre estas semanas. Una cólera que solo parará
cuando las políticas coloniales y opresivas acaben.

Hebdo L’Anticapitaliste - 265 (20/11/2014)

tomado de: http://vientosur.info/spip.php?article9599

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