Rebecca Vilkomerson
Hay que hacerle rendir cuentas por sus abusos contra los derechos humanos
En 2009 estaba viviendo en Tel Aviv durante la Operación Plomo Fundido. En esa ofensiva, Israel mató a unas 1.400 personas palestinas en Gaza. Cuando pequeños grupitos salíamos a la calle para protestar contra la guerra, a menudo éramos atacados con huevos por los transeúntes. Cuando dejaba a mis hijas en el jardín de infantes, las madres y padres charlaban como si nada inusual estuviera sucediendo. Cuando me preguntaban qué había de malo, yo les decía que estaba profundamente angustiada por lo que estaba pasando apenas a 40 millas de nosotros. Su respuesta era un silencio incómodo, o una furiosa defensa de las acciones de Israel.
Yo quería hacer algo concreto para que las y los palestinos alcancen la libertad y los plenos derechos humanos. Entonces me metí en el movimiento de Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS). Este esfuerzo no violento, iniciado en 2005 por una amplia coalición de organizaciones de la sociedad civil palestina, es un llamado a la acción de la solidaridad internacional hasta que Israel respete el derecho internacional y deje de violar los derechos humanos palestinos. Pero no es fácil… El gobernador de mi propio estado, Nueva York, recientemente condenó al BDS mediante un decreto ejecutivo unilateral.
Siete años después, ha habido dos ataques horrendos más sobre Gaza. Unos 500 niños y niñas palestinas fueron asesinados en 2014. Aun cuando no hay bombardeos intensos, la población palestina de Gaza vive bajo el bloqueo. La que vive en Cisjordania está severamente restringida por la matriz de control israelí, que incluye puestos de control militar, detención administrativa [sin cargos ni juicio] y demoliciones de casas. Dentro de Israel, las personas palestinas con ciudadanía israelí viven bajo un sistema de desigualdad en materia de leyes y derechos. Fuera de Israel, las y los refugiados no pueden regresar a sus hogares.
Por supuesto, durante este tiempo también ha habido ataques contra civiles israelíes. Son un síntoma horrible de la prolongada ocupación y represión, como el propio alcalde de Tel Aviv, Ron Huldai, señaló después de un reciente ataque en la ciudad donde murieron cuatro personas judías.
Estoy convencida de que Israel no va a cambiar sus políticas hasta que la presión exterior sea imposible de ignorar. El BDS es un medio poderoso para empujarlo a actuar. Y durante el tiempo que he sido parte del movimiento, hemos tenidos éxitos crecientes. Importantes iglesias cristianas han retirado inversiones de compañías que lucran con la ocupación. Docenas de universidades estadounidenses han aprobado resoluciones de desinversión. Más de 100 artistas se rehúsan a actuar en Israel, y corporaciones multinacionales como G4S y Veolia se están retirando del mercado israelí.
En este tiempo, también se ha operado un cambio en la opinión pública. En 2015 una encuesta del Instituto Brookings reveló que 49 por ciento de los votantes demócratas aprueban imponer sanciones contra Israel por su construcción de colonias [en el territorio palestino]. Una encuesta de la firma Pew conocida el mes pasado mostró que por primera vez los demócratas liberales tienen más simpatía por Palestina que por Israel. En mayo, la firma de investigación Ipsos reveló que un tercio de la población de EE.UU. apoya el boicot, la desinversión y las sanciones a Israel hasta que respete los derechos palestinos.
Pero nuestros esfuerzos están siendo amenazados aquí en EE.UU. por una estrategia coordinada a nivel nacional y bien financiada por el gobierno israelí y sus lobbies. En el último año, 22 estados han presentado o aprobado leyes anti-BDS. Muchas de estas medidas han ilegalizado las relaciones comerciales con empresas que apoyen el BDS. El gobernador de Nueva York, Andrew Cuomo (demócrata), ha redoblado esa estrategia con un decreto ejecutivo draconiano que crearía una lista negra de empresas y organizaciones que deciden no invertir en Israel o abogar por el BDS. El decreto de Cuomo eludió el legislativo estatal, donde la oposición de quienes apoyan los derechos palestinos y la libertad de expresión –incluyendo muchas integrantes de Voz Judía por la Paz– había bloqueado con éxito las propuestas de legislación anti-BDS.
Eso está mal. Hacer responsable a un estado por sus violaciones del derecho internacional y los derechos humanos no es discriminación. El Estado de Israel no es lo mismo que el pueblo judío.
Aquellas hijas a las que llevaba al jardín de infantes en Tel Aviv en 2009, son ahora estudiantes de secundaria en Brooklyn. Si como ciudadanas israelíes eligen algún día vivir en Israel/Palestina, espero que sea un lugar donde todas las personas, judías y palestinas, puedan vivir en igualdad y libertad. Considero que el BDS es la mejor herramienta que tenemos para hacer realidad ese sueño. En el futuro recordaremos estos esfuerzos por legislar contra el BDS como los últimos intentos desesperados de proteger a Israel contra la tan necesaria presión para que cambie sus políticas. Cuomo se ha parado en el lado equivocado de la historia.
Acerca del autor: Rebecca Vilkomerson es Directora Ejecutiva de Jewish Voice for Peace.
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