Palestina pide igualdad de derechos. México lo rechaza

Amigos se encuentra en México una delegación Palestina para hacernos notar que nuestro país es uno de los pocos en el continente que no le ha dado el reconocimiento formal como Estado, en la misma condición que a Israel. Tenemos una representación diplomática, sí, pero no una embajada Palestina. Se hace una falsa interpretación de la doctrina Estrada que dice que México no reconoce ni desconoce gobiernos. Muy relativo y cuestionable porque tenemos una embajada Saharahuí, a pesar de que Marruecos la reclama como regalo de España, de su propiedad. Como ciudadano mexicano me avergüenza la timorata posición de nuestra cancillería, que en este caso se muestra más conservadora que el Vaticano y que el propio gobierno de Estados Unidos. En su visita nos han hecho notar que si no se ha logrado una solución de dos estados se debe a un terrorista judío, que asesinó al presidente Isaac Rabín. Un criminal no es ortodoxo, no es ultraortodoxo, como tampoco lo es el psicópata que apuñaló a homosexuales en Jerusalen. Personas que por cierto no vestían con falta de decoro, ni provocativamente, sólo manifestaban su preferencia sexual.

El México que yo aprendí a amar es el que tenía la ideología de Lázaro Cárdenas. Entonces los republicanos españoles no eran gachupines, no tuvimos complejos ni recelos por los 400 años de conquista. Eran hermanos que estaban siendo masacrados y México no sólo los acogió, hizo una fiesta nacional para que acudiéramos a recibirlos al puerto donde desembarcaron. Yo no había nacido, pero tengo nostalgia de ese gobierno de México que no se parece nada al que encabeza Enrique Peña Nieto. Aquí cuando se le demuestra inocencia a alguien, como ocurrió con el doctor Mireles, y más recientemente a un líder de autodefensas en Michoacán, como no se le puede volver a acusar por el mismo delito, le inventan otro.

Cada día que pasa sin que México reconozca al Estado Palestino es cómplice de invasión a una nación extranjera, alienta el terrorismo y fomenta el abuso de poder. Traiciona los principios de la diplomacia mexicana y se convierte en vasallo del colonialismo.