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domingo, 3 de agosto de 2014

Pesadilla en Gaza



Noam Chomsky *



Entre todos los horrores desplegados en la más reciente ofensiva
israelí en Gaza, el objetivo de Tel Aviv es simple: volver, a la chita
callando, a la norma.

En Cisjordania, la norma es que Israel continúe su construcción ilegal
de colonias e infraestructura para poder integrar a su territorio
cualquier cosa que pueda ser de valor, mientras confina a los
palestinos en cantones inviables y los sujeta a represión y violencia.

En Gaza, la norma es una existencia miserable bajo un sitio cruel y
destructivo, que Israel administra para permitir apenas la
subsistencia, pero nada más.

La más reciente escalada israelí fue disparada por el brutal asesinato
de tres muchachos de una comunidad de colonos en Cisjordania ocupada.
Un mes antes, dos chicos palestinos fueron muertos a tiros en la
ciudad de Ramalá, en esa misma zona. Ese hecho despertó poca atención,
lo cual es entendible, puesto que es rutina.

“El desdén institucionalizado por la vida de los palestinos en
Cisjordania explica no sólo por qué recurren a la violencia –escribe
Mouin Rabbani, analista de Medio Oriente–, sino también el más
reciente ataque israelí a la franja de Gaza.”

En una entrevista, el defensor de derechos humanos Raji Sourani, que
ha permanecido en Gaza durante los años de brutalidad y terror
israelí, señaló: “La frase que con más frecuencia escuchaba cuando la
gente empezaba a hablar de un cese el fuego era: ‘todos dicen que es
mejor para nosotros morir y no regresar a la situación que teníamos
antes de esta guerra. No queremos eso de nuevo. No tenemos dignidad ni
orgullo; sólo somos blancos fáciles, y muy baratos. Si la situación no
mejora en verdad, es mejor morir’. Hablo de intelectuales, académicos,
personas comunes y corrientes. Todos lo dicen”.

En enero de 2006, los palestinos cometieron un crimen grave: votaron
por quien no debían en una elección libre cuidadosamente vigilada, y
entregaron el control del parlamento a Hamas.

Los medios proclaman constantemente que Hamas está dedicado a la
destrucción de Israel. En realidad, los líderes de Hamas han dejado en
claro en repetidas ocasiones que aceptarían una solución de dos
estados, de conformidad con el consenso internacional que ha sido
bloqueado por Estados Unidos e Israel durante 40 años.

En contraste, Israel, fuera de unas cuantas palabras vanas, está
dedicado a la destrucción de Palestina, y se aplica en ese cometido.

El crimen de los palestinos en enero de 2006 fue castigado de
inmediato. Estados Unidos e Israel, con la vergonzosa adhesión de
Europa, impusieron severas sanciones a la población errante e Israel
incrementó su violencia.

Rápidamente, Estados Unidos e Israel empezaron planes para un golpe
militar que derrocara al gobierno electo. Cuando Hamas tuvo el descaro
de revelar los planes, los ataques israelíes y el sitio se volvieron
mucho más severos.

No debería haber necesidad de revisar el deplorable historial de lo
ocurrido desde entonces. El sitio implacable y los salvajes ataques
son acentuados por episodios de cortar el césped, para tomar prestada
la alegre expresión con que designa Israel sus periódicos ejercicios
de tirotear a los peces en el estanque como parte de lo que llama
guerra de defensa.

Una vez que cortan el césped y los desesperados pobladores buscan
reconstruir algo después de la devastación y los asesinatos, se
acuerda un cese del fuego. El más reciente se estableció después del
asalto israelí de octubre de 2012, llamada operación Pilar de Defensa.

Aunque Israel mantuvo el sitio, Hamas observó la tregua, como concede
Tel Aviv. Las cosas cambiaron en abril de este año, cuando Fatah y
Hamas forjaron un acuerdo de unidad que instauró un nuevo gobierno de
tecnócratas, sin afiliación a ninguno de los dos partidos.
Naturalmente, Israel estaba furioso, y más aún cuando hasta el
gobierno de Obama se unió a Occidente en indicar aprobación. El
acuerdo de unidad no sólo socava la aseveración de Israel de que no
puede negociar con una Palestina dividida, sino también amenaza el
objetivo de largo plazo de separar Gaza de Cisjordania y proseguir sus
políticas destructivas en ambas regiones.

Algo tenía que hacerse, y la ocasión se presentó el 12 de junio,
cuando los tres jóvenes israelíes fueron asesinados en Cisjordania. En
un principio el gobierno de Netanyahu sabía que estaban muertos, pero
fingió que lo ignoraba, lo cual dio la oportunidad de lanzar una
incursión en Cisjordania, con Hamas por objetivo.

El primer ministro Benjamin Netanyahu afirmó tener cierto conocimiento
de que Hamas era el culpable. También resultó mentira.

Una de las principales autoridades sobre Hamas, Shlomi Eldar, informó
casi de inmediato que muy probablemente los asesinos procedían de un
clan disidente de Hebrón que desde hace mucho tiempo ha sido una
espina en el costado de Hamas. Eldar añadió: Estoy seguro de que no
recibieron luz verde de la dirigencia de Hamas; sólo les pareció que
era momento de actuar.

Sin embargo, la escalada de 18 días después del secuestro logró minar
el temido gobierno de unidad, e incrementó drásticamente la represión
israelí. Israel también llevó a cabo docenas de ataques en Gaza, y el
7 de julio dio muerte a cinco miembros de Hamas.

Al final Hamas reaccionó disparando sus primeros cohetes en 19 meses,
lo cual dio pretexto a Israel para lanzar su operación Borde Protector
el 8 de julio.

Al 31 de julio se había dado muerte a unos mil 400 palestinos, en su
mayoría civiles, entre ellos cientos de mujeres y niños. Y a tres
civiles israelíes. Grandes áreas de Gaza habían quedado reducidas a
escombros. Cuatro hospitales habían sido atacados; cada ataque fue un
crimen de guerra más.

Funcionarios israelíes exaltan la humanidad del que llaman el ejército
más ético del mundo, que informa a los habitantes de que sus hogares
serán bombardeados, práctica que es sadismo disfrazado santurronamente
de piedad, en palabras de la periodista israelí Amira Hass: Un mensaje
grabado demanda a cientos de miles de personas que dejen sus hogares
ya elegidos como blancos, por otro lugar igualmente peligroso ubicado
a 10 kilómetros de distancia.

De hecho, no hay lugar en la prisión de Gaza que esté a buen resguardo
del sadismo israelí, que puede incluso exceder los terribles crímenes
de la operación Plomo Fundido de 2008-09. Las terribles revelaciones
suscitaron la reacción acostumbrada del presidente más moral del
mundo, Barack Obama: gran simpatía por los israelíes, acerba condena
de Hamas y llamados a la moderación a ambas partes.

Cuando los ataques actuales se detengan, Israel espera quedar libre
para continuar sin interferencia sus políticas criminales en los
territorios ocupados, con el apoyo estadunidense que ha disfrutado en
el pasado. Y los pobladores de Gaza quedarán en libertad de regresar a
la norma en su prisión gobernada por Israel, en tanto en Cisjordania
los palestinos podrán observar en paz cómo Israel desmantela lo que
quede de sus posesiones.

Tal es el desenlace probable si Estados Unidos mantiene su apoyo
decisivo y virtualmente unilateral a los crímenes israelíes y su
rechazo al consenso internacional que desde hace tanto tiempo existe
en torno a un acuerdo diplomático.

Pero el futuro sería muy distinto si Washington retirara ese apoyo. En
ese caso sería posible avanzar hacia la solución duradera en Gaza a la
que ha convocado el secretario de Estado John Kerry, la cual ha
suscitado condena histérica en Israel porque la frase podría
interpretarse como un llamado a poner fin al sitio y a los ataques
constantes israelíes. Y –horror de horrores– la frase podría incluso
interpretarse como un exhorto a aplicar el derecho internacional en el
resto de los territorios ocupados.

Hace 40 años Israel tomó la fatídica decisión de elegir la expansión
sobre la seguridad, rechazando un tratado total de paz ofrecido por
Egipto a cambio de la evacuación del Sinaí egipcio ocupado, donde
Israel emprendía proyectos intensivos de colonización y desarrollo.
Desde entonces Tel Aviv se ha adherido a esa política.

Si Estados Unidos decidiera unirse al mundo, el impacto sería grande.
Una y otra vez Israel ha abandonado planes anhelados si Washington se
lo demanda. Así son las relaciones de poder entre los dos gobiernos.

¿Podría cambiar la política estadunidense? No es imposible. La opinión
pública ha tenido un giro considerable en años recientes, en
particular entre los jóvenes, y no puede ignorarse por completo.

Durante algunos años ha habido buen fundamento para las demandas
públicas de que Washington observe sus propias leyes y reduzca la
ayuda militar a Israel. La ley estadunidense estipula que no se puede
brindar asistencia en seguridad a ningún país cuyo gobierno siga una
pauta consistente de graves violaciones de los derechos humanos
reconocidos internacionalmente.

Israel, sin duda, es culpable de esa pauta consistente, y lo ha sido
por muchos años. El senador Patrick Leahy, de Vermont, autor de esa
disposición legal, ha mencionado su aplicabilidad potencial a Israel
en casos específicos, y con un bien dirigido esfuerzo educativo, de
organización y de activismo, es posible impulsar con éxito tales iniciativas.

Eso podría tener un impacto muy significativo por sí mismo, y a la vez
daría una plataforma para acciones ulteriores con el fin de obligar a
Washington a volverse parte de la comunidad internacional y observar
las normas del derecho internacional.

Nada podría ser más significativo para las trágicas víctimas de tantos
años de violencia y represión en Palestina.

* Noam Chomsky es profesor emérito de lingüística y filosofía en el
Instituto Tecnológico de Massachusetts en Cambridge, Mass, EU.

(©) 2014 Noam Chomsky

Distributed by The New York Times Syndicate

Traducción: Jorge Anaya

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